martes, mayo 04, 2004

De pequeños encabronamientos que derivan en un metaenojo incontenible
Me encabrona de sobremanera abrir el ojo y oír las estúpidas declaraciones de Creel sobre "el cambio de relaciones" con Cuba. Mi enojo va in crescendo cuando Colin Powell palmea la espalda de Fox por la flamante decisión de chingarse a los cubanos. Mientras espero que el agua esté lista para mi baño, descubro que no hay leche en el refrigerador y que si hay algo que me pone "de malas" es la leche tibia. Así que decido no desayunar leche, ni nada... no voy a desayunar. Me meto a bañar sólo para descubrir con inmenso coraje que olvidé meter el jabón. Salgo echa una furia envuelta en mi albornoz amarillo y sigo viendo las noticias. Me emputa ver a Vicente Fox evadiendo preguntas que no puede contestar y sintiéndose muy pueblo en su comida con los albañiles. Arrrghhh. Subo al coche y sigue apestando a pedo. El sábado se cayó una olla con frijoles en la cajuela y por más que lo lavaron apesta a mierda mezclada con mandarina y un toque de té verde que prometía el jodido aromatizante. Llego a la pinche oficina y resulta que tendré que pagar de mi bolsa las pendejadas de cierta pendejita. Ya... no puede ser... le grito a la pendejita y un montón de punzadas se adueñan de mi cabeza. "la bilis, Beatriz, la bi..." pienso y cuando me doy cuenta ya estoy en el baño vomitando amarillismos varios. No haré drama, me encabrona hacer dramas en la oficina. Tomo asiento en el ergonómico sillón cuyo lujo no compensa la pérdida de salud de este sexenio. Desfila gente que me habla y los veo enmudecer, me pone de un genio de la chingada que hablen y hablen como si tuvieran la verdad absoluta. Un reportero me pega un gancho al hígado preguntándome que "más sin en cambio (¡ver este puto post!)... blablabla...." y me pone de malas y casi olvido que trae cámara y grabadora y me empieza a subir la sangre a la cabeza pero me controlo aunque mi colitis empieza a darme intermitentes recordatorios de que no debo enojarme.
Juego a respirar hondo, a parto psicoprofiláctico, cuando suena el teléfono y "ring!" el proyecto en el que llevamos un año trabajando ha sido boicoteado por un imbécil con iniciativa. Todo para atrás... todo vale madres... todo al caño. ¡Carajo! ¿Por qué todavía que no entiendo que no hay mejor ley que la del menor esfuerzo? Y ahora sí me enojo, siento que mi cara de manzana madura se cae del árbol a causa de mi propia putrefacción. Creo que voy a estallar, que ya no sé si tengo un nudo en la garganta o si toda yo soy un nudo de mis propios intestinos. Para colmo, vino esta niña a cobrarme y le he dicho: "Tuve que pagar los desmadres de pendejita, así que lo siento, no tengo ni un peso" y ante mi contundencia se ha desaparecido de mi vista en lo que dura un parpadeo.
Como sola, nadie se merece aderezar sus panecillos con mi espuma verde. Paso por una revista para que me haga compañía. No encuentro la Milenio, qué malviaje, pero si apenas es martes ¡Me enoja que haya tan poco surtido! Ni modo, compro la Letras Libres. Ordeno mi comida. Qué letrita le ponen a esta pinchurriente revista. No veo. Ora pa'l postre. La sopa de verduras, salada; el tallarín trae un queso con un tufillo a rancio que no se aguanta; El caldo de las albóndigas pica un chingo y seguro acelerará mi gastritis; el postre es una gelatina de colores radioactivos que me da pésima espina. Respiro hondo antes de darle una patada en los huevos al pobre mesero. Decido leer un artículo cualquiera... no, mejor uno cualquiera no, para darle contexto a la lectura, leeré al articulista de Letras que más odio: Guillermo Scheridan. Y me pone de peor humor.
Vuelvo a la oficina y recuerdo que tengo un blog que hará de punching bag, de receptáculo de culebras, de catarsis de mi finísimo lenguaje de hoy. Así que quien quiera, que se la zampe, y si no, ya saben por dónde.

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