miércoles, julio 19, 2006

Escribir de olfato

Mis dedos se marcharon. Si los días fueran menos paulatinos y más verdes quizá estos dedos se hubieran quedado aquí conmigo. Resulta que se hartaron de mi adicción cibernética, de ser tamborileados largo rato y de mi falta de compromiso. Primero se fue el dedo corazón; alegó ausencia de historias del ídem. El índice acusó desde fuera de mí. Ya podrán imaginar el gesto del dedo medio con su obscena agitación. El fiel pulgar me hizo compañía durante el tiempo que tardó en columpiar dos lagrimones.
Alegaban, me susurró el meñique, mucho tecleo inútil y poca literatura. Supongo que cuando me metí el índice a la oreja pudo ver lo que estoy tramando. Entonces conspiró con el resto dentro de mi boca aprovechando el camino de una circunstancial aceituna. Avisaron a la mano derecha al amparo del jabón con un cuarto de crema hidratante. Si mal no los trataba, digo yo. A pesar de todo, siguen siendo unos dedos bastante aburguesados.
El asunto es que no quieren volver al estiercolero intelectual de antes y estaban felices tramando historias y deslizándose por letras de ángulos nuevos. Tienen pavor de verme redactar de nuevo informes y no tanto por teclear sino porque después me ponía a crujirlos de manera compulsiva y a raparlos hasta hacerles sangre en las sienes.
Tendremos que llegar a un acuerdo, mientras tanto, como consuelo les he prometido que podrán deslizarse líricamente durante más de un mes. Después, intentaremos jugar a dividirnos las letras, cómo hacíamos antes. Pero no me creen, este hoy no les recuerda en nada al antes. Me han pedido serenar esta noche la decisión en formol. Yo no sé si podré dormir con la angustia en los muñones.

lunes, julio 17, 2006

El cobrador del frac

Uno de mis grandes hallazgos en este país, ha sido el cobrador del frac. Es un güey que va vestido de frac persiguiendo a los morosos hasta lograr que cubran su deuda.
A la terrible sensación de deber algo o mucho, se le añade el escarnio público. Si un tipo de frac con maletín va detrás de tí hay dos opciones: Te va a proponer un duelo decimonónico y te retará a muerte o es el famosísimo cobrador del frac. En ambos casos las opciones te ponen de cara a una situación límite y ambas juegan con un valor que parece olvidado: el honor.
Yo no sé si en México funcionaría una cosa así. Primero, por el que deudor seguro querría arreglar la situación con unas cervezas. Después, porque si yo fuera el cobrador del frac, las aceptaría gustoso pues me parece una chingadera andar en pleno verano vestido así.
Los he visto anunciados en periódicos y en ifojobs. Nunca he visto uno en la calle aunque supongo que más pena me daría el cobrador que el deudor. Algo parecido a lo que me ocurría con las botargas del doctor Simi: una sensación de vergüenza ajena y a la vez unas enormes ganas de agarrarlos a patadas.
Hay algunas variaciones con estos cobradores. También están los toreros cobradores, los zorros cobradores y los monjes cobradores. Yo me pregunto: Si un cobrador del frac adeuda algo ¿lo perseguirá un torero que a su vez sea perseguido por un monje que sea perseguido por el primer cobrador del frac? Puede sonar muy tonto, pero en este país casi todo el mundo debe algo... lo digo en serio.
El asunto es que desde que me enteré de los cobradores del frac, no puedo dejar de pensar de qué diablos va disfrazada mi persecutoria conciencia. Como sé que no es elegante sino bastante bruta, quizá si pudiera materializar mi propia vergüenza, iría disfrazada de payaso diabólico o león marino o de dinosaurio con la cola rota.

martes, julio 11, 2006


Una araña

No dejan de salirme hilos por todo el cuerpo. Hilos, hilos que llevan a ningún lugar, a territorios vacíos.
Ayer me salió un hilo largo y lo anudé alrededor de mi dedo para no olvidar que lo mejor es olvidar. No se pueden conciliar extremos sin destino. Destino es una palabra que parece diminutivo de cosas muy grandes. Da igual, yo no creo en las cosas grandes, ergo...
Olvidaba el placer de divagar, de fumarme un dedo y hacerme capicúa sin acrobacias. De sentir que por fin estoy en casa, en mi casa, en donde todos los fantasmas se tropiezan con el tendido de hilos que recuerdan un patio de colegio de niñas.
Y ahora sale otro hilo, seguido de otro y otro más... sufro de hilopecia, me estoy deshilachando y no tengo ya abuelas que me tejan de nuevo.

sábado, julio 01, 2006

Paraules desde el autoexilio

Bienvenida con paso firme al melting pot.
En mi salón hay un chino con camiseta de Pearl Harbor y una guineana con nombre muy bonito. Por supuesto hay un Mohamed, una argentina y un ecuatoriano.
Me siento en película gringa. Quien haya visto Happiness de Tod Solondz, recordará cuando la protagonista da clases en un centro de migrantes. Pues mi maestra es igual de estúpidamente cándida. Quien no la vio, ya sabe que mi maestra es estúpidamente cándida.
Es mi curso de catalán de los collons.
Estuvimos dos horas diciendo:
Com et diu?
Em dic Beatriz
La andaluza que lleva 40 años en Cataluña, jamás pudo concretar la frase y me picoteó con su uña roja el brazo. No entendió NADA.
Por otra parte, no sé qué es peor:
Si el picoteo continuo de la ruca andaluza o el terrible desasosiego de ver cómo va el conteo previo de las elecciones en México.
Pícame, ruca, pellízcame para pensar que estoy soñando y que el PAN no tiene ese porcentaje.
És molt trist.