jueves, julio 22, 2010

(des)variaciones desde Oaxaca

Escribo este mensaje mientras contemplo a ratos una buena parte de la ciudad de Oaxaca.  Creo que la calle se llama Mirador y si no se llama así, la he rebautizado justamente.
Me cuesta mucho escribir cuando estoy de viaje.  Será porque lo mío es escribir sobre el recuerdo del recuerdo pero como ahora no estoy con el ansia turística de conocerlo todo en tiempo récord (bueno, rara vez he estado así, soy más de respirar ciudades que de dejarme el aliento en ellas), me senté un momento frente a la computadora prestada en la única mañana sin lluvia de la semana.  Estoy tranquila junto al ventanal. México es un país lleno de ventanas que sí tienen sentido.  Ventanas que no topan con un enfrente demasiado cercano, ventanas de herrería vieja que ocupan media pared.
Comparto la mesa con un chico que está reseñando unos artículos sobre migración. Ni siquiera eso me pone tensa.  Ni siquiera la mención del deber, de lo que me espera en Barcelona, de lo muy atrasada que voy con con mis estudios; me inquieta.  La ventana también debe tener un efecto aspirador de las preocupaciones.  Estoy tranquila pero no como bovino manso, sólo así, como si todo fuera cuestión de nomás estar.