lunes, agosto 30, 2004

Escape
Por fin pasé un muy buen fin de semana. Evidentemente para que eso ocurra, debo salir de mi poblado y volver a mi radiante paraíso lejos de toda esta gente que me tiene hasta la madre, incluyendo por supuesto a mis amigos cada día más insoportables y más insulsos.
El sábado llegué antes de la hora de la comida, justo a tiempo para el aperitivo y el queso buenísimo (ajá, rompí mi dieta... nada opacaría mi felicidad) después la comida altamente satisfactoria como me resultan todas las comidas caseras desde que no tengo hogar. Fin de la comida y frase triunfal de mi madre "Ayer murió Cachirulo, es hora de que te quites esos pelos rojos" así que fuimos al supermercado a comprar una tinte color pelo de Superman y después a ver ropa y a comprar alguna cosa.
Después del proceso de teñido y acicalado, me dirigí a casa de Nacho en donde al calor de unas cervezas y algo más, no dejaban de discutir sobre el desafuero de López Obrador, la real politik de la ciudad, la escondida homofobia en la clausura de antros gays, el velado bloqueo del jefe de gobierno a la ley de sociedades de convivencia y el secuestro de la marcha por la diversidad sexual. Temí que terminaramos en un antro gay, pero el plan ya estaba hecho: Fiesta en Copilco, aniversario del "Cenote Azul" y vuelta a los antiguos rumbos universitarios y a esa banda evidentemente ahora más joven. Desde un tapanco Nacho y yo observábamos a la gente y desde ahí arriba ubicamos a dos conocidos "Mientras no perdamos el hilo conductor de estos reventones, no podemos sentirnos viejos" Le sonreí sólo por evitarme la pena de reprocharle sus cuatro años más que yo. Mientras tanto, junto a mi, Jorge se quitaba la camisa retando a la sociedad buga. Mala noticia: Ya no hay chelas y la juventud se pone impertinente. Y no sé cómo ni porqué terminamos en un restaurante chino que por la noche vende chelas con la excusa de una muy chafa rockola. Jorge y Lucia pisaron varias veces a unos gordos inmensos de la mesa contigua. Le dije a Nacho que tenía miedo, que podía armarse la de Kill Bill, pero tenía razón: ni sumando a todos los comensales éramos 88. Poco a poco y de manera misteriosa, los que estaban en la fiesta anterior fueron llegando a este antro al que además se entra por la puerta trasera, y de un momento a otro se armó el bailoteo mientras los meseros explotados por los chinos nos veían con ojos de odio. Finalmente terminamos comiendo tacos en "el arbolito" mientras Jorge gritaba que él no quería comer, que sólo quería unas líneas, que nos largáramos de ese lugar porque los fresas de San Angel apestaban. Yo fingí que no venía conmigo, y me zampé los cinco tacos al pastor de rigor. De vuelta a la Roma aborté la misión de continuar el reventón, así que me enfilé hacia la Del Valle mientras ellos insistían en el after hours. Llegué a casa, abrí la puerta con sigilo, metí el coche, dejé a la perra afuera y no eché llave a la puerta. Al día siguiente esperaba los reproches de mi hermana por dejar afuera a su alma gemela y los gritos de mi madre por haber dejado abierta la posibilidad de que la delicuencia se colara a su morada... sorpresa: nadie me dijo nada y me comentaron el tema suavemente, es más, cuando mi otra hermana dijo: "Seguro venías bien peda" mi madre abogó por mí y dijo que no había sido así, que ella vio cuando llegué en perfectas condiciones aunque eran las cinco de la mañana (esto último lo dijo como al descuido, como tratando de borrar los mil y un pleitos por llegar después de la hora establecida).
Al día siguiente (porque el día acaba cuando uno va a dormir), desperté a la hora que me dio la gana, no había nadie en casa, hice uso del internet infinitum que no llega a mi colina, desayuné choco krispis crujientes y no húmedos como los de mi casa, y luego disfruté de la comida familiar en donde incluso vi con simpatía a algunos de mis primos lelos y tomé varios whiskys mientras comí todo lo que mi capacidad estomacal me permitió. Pude haber ido al cine, pero preferí gozar de los cientosmiles de canales de la tele mientras mi mamá me llevaba a la cama algo ligero para rematar la tragazón del día. Esto es vida.
Y ahora, lunes, héme aquí de nuevo suspirando por el próximo viernes. Fin de semana siguiente: agenda llena y nuevos planes. La vida a veces es bella y estas muy superficiales situaciones me hacen llevadero el trago amargo de la agobiante cotidianidad. Volveré a mi sanísimo hábito de largarme todos los fines al DF en vez de quedarme aquí viendo malas caras.


martes, agosto 24, 2004

Yo, personaje

Estoy en un periodo más bien flojo en lo que a escribir se refiere. No me ha salido nada bueno y justo de eso estoy hablando por el msn con un amigo. El último cuento acabó siendo una especie de terapia curativa y eso es algo que no tolero, porque para terapias explícitas, diarreas mentales y avisos de ocasión, está este blog.
Y el caso es que el personaje principal no era yo, ni siquiera pretendía serlo, pero la muy cabrona terminó sentada sola en un café -como yo- y poniéndose mi bálsamo para los labios. Las demás manías eran similares a las mías pero exageradas en aras del ámbito de teatralidad de los relatos breves y en el afán de esgrimir la autobiografía.
El cuento no debía terminar como acabó, pero es que a mi no se me dan las heroínas, tampoco las mujeres sufridas; creo que se me da más bien este personaje que camina entre lo intrascendente y lo cotidiano. Alguien ya me había dicho antes que mi vida era como de personaje de Carver.
Pero una cosa es que tu vida sea como... y otra muy diferente que tus cuentos te regañen sobre una vida que no es como nada, sino que es un personaje sentado en tu cuento, desafiándote con una petulancia inexplicable, desechando tus argumentos racionales y obligándote a darte vida propia a través del teclado. Yo no quiero estar en mis cuentos pero no puedo salir de ellos. Yo no quiero ser el personaje, pero cuando hago un personaje femenino odioso, siempre termina mirándome con mis propios ojos. El ojo no es ojo porque lo mires sino porque te ve. Lo que todavía no sé es como puedo huir de mis propios ojos si cuando se asoma el yo personaje, no perdona y me juzga con las mismas cejas arqueadas con que juzgo al mundo.

sábado, agosto 21, 2004

jueves, agosto 19, 2004

¿Te acuerdas?

Yo sí.
Yo sí recuerdo cuando íbamos tooodos los jueves a Cholula como si fuera una religión.
Siempre me contabas cómo buscabas fósiles y piedritas debajo de las pirámides y yo te escuchaba como si fuera la primera vez que lo dijeras. Reconozcamos que no solías decir cosas interesantes, así que no importa que las anécdotas fueran repetidas.
Después comíamos tacos en una esquina y llegábamos a mi casa. Largos besos y tu cabeza en mi almohada apestando a alcohol.
¿Te acuerdas?
Un día incluso dijiste que me querías. Tiempo después reconociste que te clavaste. Yo también.
Hoy tú no estás, ya no están los amigos de antes, ya no existe el antro al que solíamos ir, ya no tengo la misma cama, ya no hay camioneta, ya no hay amor disfrazado de amistad.
Cuando vi por la webcam que habías cortado tus bucles, recordé que hoy es jueves. Ya ni bucles hay.
Ya no hay nada... este día no debería llamarse jueves.

miércoles, agosto 18, 2004

Carta de lluvia

Lugar de siempre, 18 de agosto de 2004

Estimado Señor de Marrón:

Ocho de la mañana tu llamada, como siempre, puntual y cotidiana. Ruega por mí, reloj, en estas horas monótonas como ronroneos de gatos. Semidormida, dije las cosas de rutina: te quiero, te extraño, saludos a la familia. La única diferencia es que te pedí una carta en el mismo tono en el que el principito debió pedir su cordero. Me sorprende que siendo un hombre de letras tus correos sean más bien flojos. Necesito una carta tuya que sirva de carátula a todas las cartas que vinieron antes y que tengo guardadas para cuando requiero de un suspiro con olor a viejo. Aquí no debo recordar a nadie. Quiero que me des una carta exhorcista, porque cuando leo las otras cartas siento que no hay retorno posible ni salida del laberinto. He vuelto al lugar que hace renacer la ceniza de los fantasmas que odio. Reencarnación virtual de unos ojos que no son los tuyos diciendo adiós en el aeropuerto y luego correos que fueron y vinieron con sus letras tan precisas, simulando que en verdad era amor el espejismo que nos dejó enganchados a una luz artificial titilando aún en todos los ángulos de las consonantes plasmadas en papel cultural. Amor de dos días multiplicado por todas las palabras precisas.
Por eso necesito que me escribas una carta. No un cuento, no una dedicatoria a los libros de hadas que me regalas. Necesito una carta de papel y tinta. No una carta idiota como la que por horror entregué en diciembre ni una carta anodina como la que llegó de Perú. Necesito una carta para invocar el futuro posible. Necesito una carta que llegue al destinatario. No una que se guarde hasta que las vocales palidezcan frente a la contudencia de un buen chocolate belga. Necesito una carta que se entregue, no que se guarde para madurar mis delirios de primer amor. Y al despertar veré que el pan sobre la mesa tiene un resplandor más grande que el de los planetas enemigos cuando lo partan tus manos de adolescente. Necesito esa carta para que llueva sobre las otras y deslave las letras del poeta y las cartas en lata de galletas que aún reservo para aquel que amé por tantos años. Tú, como en mis sueños vienes atravesando las estaciones, con las lluvias de la infancia en tus manos hechas cántaro. Por favor, escríbeme una carta en donde diga que lo deje todo y me vaya contigo. Por favor, hazte llover sobre las cenizas. Yo por mi parte prometo corresponder con litros de lluvia que se quedaron en el tintero y quitar de mi mesita de noche las Cartas de amor a Nora Barnacle para dejar de darle vueltas a mis obsesiones epistolares.
Pero ahora te envío una carta de lluvia
que te lleva un jinete de lluvia
por caminos acostumbrados a la lluvia
Jorge Teillier*


Adeu i petonets per a tu.


PS: Todas las cursivas son del poema de Jorge Teillier Carta de lluvia, creo que ya te había comentado lo mucho que me gusta. Casi tanto como Pessoa y de forma diferente a Cummings. No te olvides de mi libro de Sandman y de enviarme las fotos de los molinos.

jueves, agosto 12, 2004

Azul cerúleo
Ayer podaron el pasto. Olvidé decirle a mi buen amigo podapasto que había un pedazo intocable en donde la maleza debía crecer hasta sepultar los restos del incendio forestal en donde pereció mi guitarra, los óleos, los bastidores, los libros de Auster, la vida conmigo.
Hoy que salí a ver cómo había quedado el espléndido jardín vi el residuo de óleo azul cerúleo en la piedra angular de aquella fogata en donde se nos quemó la posibilidad. Después de eso, intentamos construir un barquito de cenizas, pero ya no se pudo. Ya no más vida juntos. Se quemó el mapa para ir a Valparaíso, la brújula enloqueció con tanta bipolaridad.
Por alguna razón, nos causaban mucha risa los cielos azul cerúleo, los paisajes artificiales, los colores alejados de los grises. Por alguna razón, el único color sobreviviente fue ese pinche azul. Azul costra, azul recuerdo, azul arlequín burlándose de mi vida contigo. Mal chiste en tres actos y epílogo suspendido en la asfixia.
Todo ya pasó, todo pasa... pero el azul cerúleo es un color persistente que ha resistido la lluvia, los pisotones, la angustia y el transcurrir de este tiempo.
Mis recuerdos están hechos de un indeleble azul cerúleo. Del mismo tono que tanto odiabas.

lunes, agosto 09, 2004

Fenómenos trashumantes

Soy el freak demiurgo de mi propio circo. La Mujer Metafenómeno. Por mi cuerpo transitan buena cantidad de personajes para complacer mis ansias de carnaval dantesco. A veces me dan ganas de meterlos a todos en una caja de Petri decorada como carpa hasta que se revienten a golpes o hasta que las encías cansadas de tanta risa, les tiren los dientes.
Cuando soy condescendiente con este circo de pulgas humanas, de plagios edulcolorados, de esculturas de plastilina al sol; me introduzco para hacer mi big show y de entre seno y seno saco un sentimiento aperlado seguido de caracoles que dejan su rastro en mi cuello. Después llegarán los ácaros a ponerse el sentimiento de calzones y los caracoles mutarán en gominolas agridulces.
Conmigo nada es en serio, pero los personajes se toman todo a pecho porque no existen más allá de la circunferencia bicolor que da vida a sus fracasos. Cuando hago como que lloro se creen que realmente lloro y cuando rompo un espejo toman su pedacito de mala suerte repartiendo los escasos siete años que permanecerán en la cartelera de mi memoria. Conmigo nada es verdad, la profesionalización de la mitomanía me ha llevado de un continente a otro sin mojarme los pies y sin tener que recurrir a la insolencia de una verdad de lanzallamas.
Adoro a estos fenómenos, acomodaría sus fetiches en mi cuerpo y los invitaría a viajar en la caravana de mi carne para que se hundan como sanguijuelas o se sujeten a mi pelo como chicles sin sabor. Me iría con ellos hasta siempre. Vía Doxa, Destino Fracaso. Caminos polvorientos nos esperan y pueblos fantasmas acudirán a observar como hacemos malabares con nuestra dignidad y nuestras gracias artificiales. No pediré ovaciones para mí, sólo para el tinglado y sus actores. Un aplauso por favor para esta serie de enquistados a mi vida. Porque usted lo pidió aún seguiremos dando un par de funciones en este poblado. Niños gratis, llévese tres y monte su propio circo.

sábado, agosto 07, 2004

Noches sin suavizante
Tengo un pedazo de noche que expele miseria a través de una garganta que alterna la tos con el hipo. Pocas cosas son tan tontas como el hipo; es como esos tipos anodinos que te sorprenden a mitad de una fiesta aburrida, después te desesperan y al final debes sacártelo de encima con un buen susto. Si no funciona, no hay de otra: ahógalo.
¿Qué hago con mi pedazo de noche toda para mi sola? Podría escribir un cuento pero mis personajes están en huelga. Hace meses que no me sale un poema digno. Debería hacer el artículo que adeudo, pero es mi trozo de noche de viernes y no me sale nada que tenga que ver con términos como autogestión, participativos, grupos etáreos o coadyuvar.
La televisión es muy mala hoy. Las noticias me angustian más de lo normal. No saldré porque he decidido no ver a nadie. Estoy agresiva con la gente y triste conmigo. Encierren a la fiera por el bien de nuestro pueblo.
Podría arreglar mi ropa por colores pero hoy todo es blanco y negro, o lavar mis tres tristes trastes que resuman cochambre en el trastero. Podría escribir los versos más tristes esta noche, pero alguien más ya lo dijo antes.
Sigo con hipo y con noche. Me meto a un chat como antes, como en los tiempos ingenuos. Ahora me inventaré una vida y un pelo largo negro y sedoso y un cuerpo a la medida de los cánones estéticos. Mi mal humor se deja deslizar por la banda ancha. Todos son unos tarados, lo pienso y lo escribo. Me acusan de soberbia, de intelectual frustrada (lo de frustrada lo entiendo, pero lo de intelectual...) de homosexual reprimido... el que me acusó de soberbia, debe tener un sexto sentido. Bueno, log out. Tampoco podemos andar dejando girones de amargura a una bola de pendejos que reparten caritas felices como hostias en misa.
Ya no tengo hipo, un acceso de tos me lo cambió por un connato de vómito. Soy un mar de gérmenes. Tengo la gripa del pollo, el mal del marrano y la comezón del séptimo año. Tengo roña y acné y una flema que no es inglesa. Tengo un disco deprimente. Play. Cuando llegue el track diez le damos un loop interminable hasta que quede luída como este pedazo de noche que lleva dando vueltas y vueltas en la lavadora de culpas.



jueves, agosto 05, 2004

martes, agosto 03, 2004

Del baúl de los recuerdos...

Estaba analizando que todos mis horóscopos son muy fuertes. En el zodiaco, escorpión; en el maya, serpiente cristal roja; en el chino, dragón de fuego.
En eso estaba cuando vi que la gatusa puso en su blog a mi querida Candy Candy y me llené de recuerdos. Yo era una niña bien cursi que degeneró en esta mujer cursi con coraza para poner a buen resguardo un corazón más empalagoso que pastelito de nutella relleno con mermelada y cubierto de leche condensada. Confieso que mi libro favorito de los seis a los once, fue Sissi. A los doce llegó para mi fortuna El Barón de Munchaussen.
Guac, soy asquerosamente cursi. Tan cursi que jamás pude ver Remi sin sentir angustia, por eso no seguí bien la historia, porque no toleraba el vitral en que se congelaban sus momentos más tristes. Y luego dirán que los Pokemones son agresivos... ni madres, para agresiones sentimentales: Remi.
¿Que porqué toleré a Candy si era igual de triste?
Pues porque Candy sufría por amor y yo tengo una necesidad fisiológica de sufrir por lo mismo. Vamos, que entiendo perfecto a Candice White cuando llora por Terry y clarooo, al final jamás se le concede su amor y se queda con el buen Albert. Adoro los amores insatisfechos o inconclusos... son mejores que aquellos que se hicieron realidad y terminaron dándonos muchísima hueva. Seguramente si Candy se hubiese quedado con Terry, Albert ardido, la hubiera desheredado y Terry ahora sería un chelero panzón al que la pecosa Candy arrearía de por vida (fan fic freakie). Esa historia ya me la sé y no la vi por Imevisión.
He aquí el primer beso de Candy con Terry. Observen cómo la cretina lo besa con los ojos abiertos.


Por supuesto, no se pueden perder esta canción: Terry's song

lunes, agosto 02, 2004