viernes, noviembre 24, 2006


Algo sobre mi papá


Cuando yo era bebé no usaba chupete porque mi papá decía que los dientes se torcían. Cuando era niña tenía prohibidísimo masticar los caramelos porque mi papá decía que se picaban. Cuando fui adolescente mis dientes estaban torcidos y mi papá me puso uno a uno los temibles brackets que todas mis compañeritas veían como un sueño masoquista pero que para mí eran un castigo.

En el cajón de mi mamá estaban las pinzas correctas. Primero quité las ligas con que me sujetaron el alambre a los dientes y después con cuidado me quité el alambre. La sensación era como cuando vas todo el día bien peinada y restirada y al final te aflojas la liga y te sueltas el pelo. Una delicia.

Durante la semana estaba esquiva con mi padre y el día de la consulta volvía a colocar el alambre en su lugar y ponía las ligas una por una (me estaba volviendo una reina de la auto-ortodoncia) Me papá se sorprendía mucho porque el tratamiento no funcionaba conmigo. Un día me cachó y entonces cambió las ligas por pequeños alambres finísimos enroscados. También me las ingenié para desenroscar los alambres, el problema es que el proceso era irreversible porque no podía volver a ponerlos. Entonces decidí que se acababa el cuentito de la ortodoncia y con las pinzas de depilar de mi mamá me arranqué los brackets uno por uno. A lo bestia. Algunos no cedieron a mi furia, otros sí. Regaños, castigos y lamentaciones.

Mi papá dijo que no volvía a hacerme absolutamente nada en la boca y me dijo que habría un efecto resorte y que los dientes me quedarían todavía más chuecos. Ajá, no le creí.

Al final me los quitó él y me dio otra oportunidad: me hizo un paladar que era la sensación del colegio porque era verde fosforito con chispitas brillantes. Lo usé una temporada, lo rescaté dos veces de la basura y al final no sé dónde se quedó.

El caso es que ahora tengo los dientes chuecos.

Me pregunto:

¿Si mi padre hubiera sido abogado ahora estaría tras las rejas?

¿Si hubiera sido arquitecto ahora sería una homeless?

La respuesta la dejo a un psicólogo.

¿Los dientes? nunca me interesó arreglarmelos. Vistos de cierto ángulo no se ven tan escabrosos.
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Fotografía de Myriam Negre

martes, noviembre 21, 2006


Que qué pasa con Oaxaca


La gente me pregunta que qué pasa con Oaxaca.

¿Desde dónde empiezo a interpretar?


(Contar es otra cosa, contar es saber, contar es tener el control sobre una historia y sus personajes, contar es ver de lejos y sin dolor)


Empiezo por lo fácil: El asunto de sindicato de maestros y luego me voy enredando como queso de Oaxaca y me hago un nudo y un laberinto porque intento relatarles la serie de anomalías y la chingaderas del gobernador, la policía y los hijosdeputa variados y no puedo evitar pensar en la gente y su dolor. En la gente en abstracto y luego en la cara de aquella vieja que vendía servilletas con ojos de garbanzo afuera de la iglesia de Santa Domingo.


Entonces vuelvo a empezar la historia. En junio se contituyó la APPO, les digo. Pero me rebuscan estructuras que no tiene la APPO o que yo no sé explicar porque confieso que a veces, cuando se me estruja el corazón, doy click a mis cómodas ventanas y corro la cortina. Es que soy una cobarde que tiene medio kilo de mole rojo en su cocina y que se tomó la reserva del mezcal en menos de un mes. Me vuelvo de nuevo una teórica social diletante y comodona. Encima llego tarde a la concetración de apoyo que se organizó en Plaça Universitat.

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Y cuando ya el queso dio varias vueltas en mi garganta me acuerdo de la Melissa y su convulsión sentimental y entonces ya no puedo decir nada de nada, porque me ahogo como me ahogaba con las quesadillas de los jueves de tianguis y me enfado como todos esos días que leo El País y sus infamias (seudodiario de izquierda que no ha parado de tirar mierda) sobre el conflicto en Oaxaca. Así que cuando llego a este punto de enrrollamiento, pena e impotencia, nomás les paso el link:





jueves, noviembre 09, 2006

Hoy fue mi cumpleeeee, hoy fue mi cumpleeeeee...
Y estoy lobotomizadaaaaa
lero, leroooooo.

Quiero más abrazos
¡MÁS!

Empieza otra decena.

lunes, noviembre 06, 2006

Sigmund y Segismundo

Esta mañana tuve un sueño extraño. Soñé que se quemaba mi casa de Tlaxcala (siempre va ser mi casa de Tlaxcala aunque ya no sea) y que la veía arder desde lejos. Llegaba a la colina en coche y el fuego era mucho menos grave de lo que parecía. Era como un flameado de cognac en una sartén y sin embargo yo sabía que era el fin: las cenizas. Tomaba unos discos, cogía unos libros, dejaba discos por coger libros y libros por tomar discos y todo se me escurría de las manos. No podía llevarme más de lo que mis propios brazos pudieran abrazar. Al final, no me llevaba nada.
La puerta de la habitación estaba cerrada y puse como pretexto (seguramente se coló de alguna visión peliculesca) que el pomo de la puerta estaría ardiendo. No quería abrir porque del otro lado una manada de recuerdos y una horda de fetiches estaban dispuestos a aniquilarme.
Y me desperté con el corazón tropezando con su propio ritmo y con la sensación de que no hay aviones posibles, ni reencuentros que valgan la pena, ni la tierra es redonda, ni la pangea es reversible. Pinche Malinche, Cortés te la ha aplicado.
No creo necesitar a Freud para interpretar esta serie de obviedades. Mejor confío en otro Segismundo (el de Calderón de la Barca):

Porque si ha sido soñado
lo que vi palpable y cierto,
lo que veo será incierto;
y no es mucho que rendido,
pues veo estando dormido
que sueñe estando despierto.

viernes, noviembre 03, 2006

Patologías domésticas

Y me digo a mí misma: “Cuando tengas ganas de escribir, escribe… aunque en ello se te vayan los minutos destinados a vaciar los botes de basura. Sólo así (escribiendo) podremos seguir juntando montoncitos de mierda, restos de ayer, tufos de mandarina sobre las mesas de madera”
Hoy tengo poca cosa que contar. Las anécdotas se fueron a pasear al río y ya no me azoto contra cactus de algodón. Hasta para sufrir he sido comodona y me he buscado pretextos que no me arañen demasiado la epidermis. Me gustaba sufrir como diva venida a menos y me fabricaba historias que se me salían de la manga para entrar por el cuello. Ahora mi mayor pecado es olvidar regar las plantas del balcón. Mi malicia nace y muere en el home sweet home. La felicidad se come con cucharita de postre… será por eso que todavía no me empacho.
Estoy tratando de dejar de fumar aunque ya no cante ni en la regadera. Pero cuando quiero escribir, fumo. Si dejara el cigarro de una vez por todas ¿Cuándo quiera fumar escribiré o cuando quiera escribir escribiré? Y lo más importante: ¿Cuándo voy a cantar (victoria)?