miércoles, mayo 27, 2009

Ventanas

Llevaba varios días viendo que las plantas del vecino eran una nube plomiza y apagada. Todo en estos edificios es tan agrisado que pensé que no era sino la natural evolución de la fauna de estos balcones ensombrecidos.
Cuando abrí la ventana me di cuenta de mi error: la bugambilia estaba radiante y el problema eran las ventanas. Así que decidí que debía limpiarlas. Fui por la artillería pesada: esponja, jabón, limpiacristales y periódicos.
Primero desmonté las ventanas y el hueco le quitó a mi casa la sensación de jaula. Ahora era una cueva.
Cuando ya se adivinaba que el vidrio fue alguna vez color vidrio, vino el paso de los limpiacristales y el periódico. Para empezar, me negué a limpiar con el suplemento cultural. Es más, empecé a leerlo y me pregunté porqué no lo había leído antes. Lo aparté para leerlo después con más calma. Me fui por la portada pero vi dos notas en primera plana que tuve que continuar en la internacional y en la nacional. Me gusta más leer periódicos viejos que periódicos del día. No sé si es la sensación de perspectiva o la nostalgia de aquellos poquitos días que han pasado. Desde que tengo uso de razón me pasa lo mismo con los diarios. Me acuerdo que una vez mi mamá me mandó por limones y me los dieron en un cucurucho de papel que contenía media noticia sobre un horrible crimen del tipo "Viola, violola y matola". Me dieron ganas de ir a la verdulería por la otra mitad de la noticia pero como no fui, me la inventé.
El mismo problema me ocurría cuando compraban vasos y venían envueltos: trozos de noticias pasadas o de periódicos que no compraban en mi casa o de revistas sobre cualquier cosa. Ni hablar de cuando hay que pintar una habitación o un mueble. Me quedo tendida en el suelo resolviendo crucigramas o viendo las necrológicas de hace unos meses (siempre leo las necrológicas).
De entre el montón de periódicos elegí aquel que menos distracciones me ofreciera: las páginas naranjas de la sección de negocios. Gráficas y gráficas que no me dicen nada, siempre he sido tan mala para los números que ni siquiera sabría calcular el tiempo que he perdido para limpiar estas dos ventanas. Mejor así.
Finalmente se hizo la luz. Ni las plantas eran nubes ni hacía falta encender la lámpara para leer tan pronto. Para algo tenían que servir tantos indicadores sobre la crisis y sobre la macroeconomía: para lustrar un poquito mi microcosmos.
Y ahora con ustedes el balcón de mi vecino desde la transparencia sutil de mi alféizar bien limpito.

domingo, mayo 17, 2009

¡Chau Benedetti!




Desde que cumplí dieciséis hasta que tuve veinte, mi mamá me regaló un libro de Benedetti en cada cumpleaños. Un buen día hice una fila inmensa para verlo leer en Bellas Artes. Otra vez oí emocionadísima en medio de la selva su comunicado asmático con abrazos solidarios.
Pero cuando tuve veinte le dije a mi madre que ya no me gustaba, o bueno, que no es que ya no me gustara pero que prefería, no sé yo, otros libros, porque claro, uno crece y se pone con estas poses en las que, con la mano en la cintura, se le hace un feo a Benedetti y a sus palabras sin recovecos y otro feo a la madre y a sus libros forrados con papel morado. Cuando uno piensa que ha crecido se da el lujo de juzgar a madres y a abuelos, a contenidos y a continentes, a libros y a obsequios... hasta que se convierten en recuerdos dulcísimos tachonados por la soberbia.
Lo cierto es que desde entonces pocas cosas me han conmovido tanto y de manera tan genuina. Lo cierto es que me acabó de enterar de su muerte y le estoy llorando como le lloré hace más de quince años a su Laura Avellaneda.

domingo, mayo 10, 2009

Lagos y lagunas




Mientras enfocaba la cámara para obtener una toma más o menos buena de la foto que esto ilustra, escuché el siguiente diálogo entre dos personas que miraban a este mismo par de navegantes entregados:

Ella (melosa): ¿Nos subimos a las barquitas?
Él (indiferente): No, eso es para enamorados.
Ella (molesta): Ah, bien. Me queda clara la indirecta.


Cuando terminé de jugar con el zoom, de hacerle al paparazzi y de buscar un ángulo de otra foto que no ilustra esto, deduje que se habían conocido por Internet y que era su primera cita. Soy especialista en achacarle historias a la gente pero creo que no iba desencaminada mi deducción. Estéticamente eran incompatibles. Me resulta difícil imaginar en dónde una chica con una cantidad de maquillaje como para repartirle a todo el parque, pelo hirientemente teñido, medias brillosas transparentes y botas negras llenas de flequitos, estoperoles, adornitos, retazos cocodriláceos y pespuntes en blanco; puede conocer a un chico con gafas redonditas, camiseta de superman, pelo tímidamente largo y estudiante de historia. Esto último lo sé porque jamás olvido una cara. Esa cara pertenece a un chico que llevaba su tupperware, se sentaba fuera y hablaba siempre, siempre en catalán excepto frente al laguito, unas veinte veces menor y menos gracioso que el lago de Chapultepec. Cuando dijo "eso es para enamorados" marcaba un abismo entre la virtualidad y la realidad. Un velado "no te confundas" que daba por sentado que el responsable de esa cita no era él sino su nickname.
Deduje que se habían conocido por Internet porque su actitud me recordó a la de aquel amigo que ha construido una minuciosa agenda de chicas que no le interesan gracias a una página de contactos. Una actitud de desidia que se hizo más patente en el chico historiador cuando ella le pidió que le tomara una foto frente al laguito, unas mil veces menor y menos emblemático que el lago de Texcoco. No sé si la mujer quiso retratar su esmerado atuendo o la gráfica de un fracaso anunciado.
Después se fueron caminando separados por unos dos o tres pasos. Y lo primero que pensé fue ¿Qué pasa por la cabeza de la gente que se conoce por Internet?
De verdad eso pensé. Igual que cuando pienso "Qué gorda está Fulana" o "Qué idiota es Mengana". Con la misma distancia artificial y rutinaria con que me separo del mundo del que formo parte: el mundo de los gordos, el de los idiotas y el de los que se conocen por Internet.
Después fui a la sombrita a decirle a mi actual marido que ya nos fueramos. Dobló en dos su periódico y nos dedicamos a caminar el resto de la tarde. Todo el camino me pregunté si se nos nota en la cara que nos conocimos por Internet, si desentonamos mucho, si parecemos un ripio, si somos aves de distintas especies en un gallinero uniforme. Siempre decimos en nuestro descargo que no nos conocimos en un sitio de contactos ligones. En realidad, lo dice él. Yo cada vez que puedo, miento, pero no por ellos, por mí. Así me desmarco de los gordos, de los idiotas y de los que se conocen por Internet. Mi mundo es una isla en un laguito de mentiras naufragantes.

domingo, mayo 03, 2009

Elemental, mi querido Watson (confesiones de una metiche ilustrada)

Lo que más me seduce de la antropología es el camuflaje intelectual que la da al fisgoneo. Tengo una terrible debilidad por cruzar datos y encontrar conjeturas que rara vez me fallan. Mi querida Júlia recordará seguramente como con base en tres googleos, dos conversaciones pescadas al azar, un artículo al vuelo y la marca que dejan las huellas de unos zapatos; era capaz de reconstruir la vida, obra y milagros de algún profesor o compañero. Metía todos los datos en una licuadora seudocientífica hasta construir un núcleo duro del cual nadie podía dudar. Ya después dejaba que Júlia metiera más hipótesis auxiliares para terminar de construir el cinturón protector (pobre Lakatos).
La cuestión es que además de metiche, mi vida de Enjuto Mojamuto me ha vuelto un poquitín hábil en las tareas de rastreo, así que ya despojada de toda epistemología y por el mero placer de hacer una reconstrucción nostálgica que le dé sentido a mi insomnio, me he puesto a hacer servir la red de redes para encontrar a algunos de aquellos hombres que en algún momento le dieron sentido a mi existencia sexual o amorosa o ambas en el mejor de los casos. Y no es que hayan sido muchos pero sí han sido bien diversos. Por supuesto la cosa no va de facebook, a esos ya los tengo bien checados y son igual de exhibicionistas que Servidora y Amiga. La investigación más bien tiene que ver con esos que, o fueron un mero accidente en el camino, o nos accidentamos tan gacho que adiós-muy buenas-hasta nunca.
Cada uno requiere diferente tipo de búsqueda que no precisaré por dos motivos:
a) Juro que no estoy loca y que no es ninguna actividad persecutoria y delictiva.
b) Si digo todos mis secretos después no puedo hacerme la interesante cuando me piden ayuda de este tipo.
El material encontrado es de lo más variopinto dada la fauna que me ha habitado a lo largo y ancho de mi vida. El material consignado para esta primera (¡cómo miento!) exploración consta de videos de youtube, fotografías varias, artículos académicos, notas y artículos periodísticos, poesías, cuentos, declaraciones a la prensa, cartas a periódicos y participaciones en foros.
La verdad es que el café de la tarde estaba muy cargado, no tengo nada de sueño y entonces pienso en qué será de esos seres que no puedo rastrear a través del entramado de mis redes sociales y que se quedaron ahí colgados, dispersos, como los fragmentos que me hacen recordarlos con más morbo que morriña. Tengo a uno en la mira para hacer una historia de vida a través de la documentación en Internet (mi estimado M ¡Quién te ha visto y quien te ve!). Sería un estudio novedoso o por lo menos daría para un articulito de revista antropológica de medio pelo.
Muchos de ellos están en la web porque con la propia red fueron traídos a mi orilla. Pecesitos ingenuos que nadan al acecho del tiburón rastrero. Tiburón vegano que no muerde, sólo se sirve de sus nociones de "antropología virtual" para justificar esa necesidad imperiosa de saberlo todo, vigilarlo todo, controlarlo todo, incluso el hubiera que no existe.