viernes, diciembre 30, 2011

Mamá yo quiero saber de dónde son los fantasmas...

Estaba ocupada escribiendo un cuento y de pronto no sé cómo me di cuenta de lo mal que plagiaste a Enrique Lihn en aquel trocito de papel que no sé ya ni dónde quedó. Me sorprende que ahora me dirija a ti como si fueras un interlocutor habitual de mi consciencia cuando pasan muchos días en tropel sin que ni siquiera me acuerde de tu nombre.
Qué mal plagiaste a Lihn, pienso diez años después a propósito de unas lecturas sueltas, y qué bien me hizo la ignorancia de no saber que el poema original decía "dolor" en donde tú habías escrito "amor".  Yo pensé que eras poeta pero más bien eras un canalla cuya cabeza de bovinos ojos ahora se exhibe en un muro de facebook como digo trofeo de caza. Me imagino que la persecución se dio de la sala al baño pues al final todo quedó circunscrito a tu ámbito doméstico.
Yo también estoy cada día más bovina.  Intenté remedar los colores de antes en mi cabeza pero ya no soy la joven graciosa de pelo rojo y chicle verde sino una especie de mujer/señora que compara precios en el supermercado y regresa a su casa a seguir subrayando fotocopias mientras busca una cita a pie de página que calce bien con los textos.  Yo no puedo cambiar "dolor" por "amor" sin poner la bibliografía según el modelo Harvard-APA. 
"Qué tiene que ver el amor con el amor" te atreviste a tergiversar y la pregunta me quedó dando vueltas como dos o tres meses hasta que pasaron todas esas cosas que ya sabes y de las que tampoco queda ni la más mínima huella.  El problema es que yo tengo muy buena memoria pero muy malos reflejos y apenas me vengo a dar cuenta que nada tiene que ver con nada.  Es solo que estaba escribiendo y pensé que a ella le habían visto la cara.  Así, en tercera persona, pues yo tampoco tengo nada que ver con esta historia tan lejana y tan pulcramente coreografiada. ¿Qué tiene que ver el amor con la actuación? Todo, marinero, todo.

domingo, diciembre 04, 2011

Genuflexiones domingueras


Un día terminaré derramando la coca-cola sobre el teclado, sentenciaré de muerte a mi prótesis social y entonces quizá me ponga a vivir una vida más insólita que incluya aventuras como subirse al metro en hora pico, cultivar un huerto en el balcón o llamar a la puerta del vecino y salir corriendo.
Un día la coca-cola (zero) me eructará mi incongruencia por beber de sus aguas mientras me conduelo de las miserias del mundo. Yo me voy a perdonar en honor a todas las incoherencias de las que hago gala de palabra, obra y mayormente de omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi concienciada culpa es que os ruego que seáis indulgente con mis vicios. Amén.
Un día se me caerá la brasa sobre mi computadora mientras cuelga una idea de mis labios y entonces me daré un unfollow del sistema binario, volveré a ser bípeda y caminaré kilómetros sin tener que hablar con nadie. Un día quizá mis ideas de cigarros incendiarios me quemen el dedo pulgar para dejar de poner que “me gusta” con cualquier pretexto cuando en realidad me gustan poquísimas cosas.
Soy una migrante en toda regla.  Una migrante digital y una migrante mundial.  Más o menos esta ha sido mi vida en los últimos años.  Se me acabó la tinta de la mano izquierda… y como soy zurda sólo me quedan mis letras ambidiestras dispuestas en el teclado.
PD: Ya no me acuerdo si este era el tipo de tonterías que solía escribir en mi blog.  Sucede que me contagié de un virus de domingo y tengo que exorcizarlo en algún lado.