lunes, mayo 24, 2010

Mujer antigua

Las primeras veces pensé que era casualidad pero cuando el fenómeno empezó a repetirse una y otra vez, tuve que ponerlo a prueba. La primera comprobación  cualitativa contundente fue que cuando venía con alguna amiga, a ella no le ocurría pero a mí sí.

La cuestión resulta innegable: les gusto a los ancianos y les gusto mucho. No estoy hablando de hombres maduros, estoy hablando de señores con muchos años a sus espaldas.
Una vez comprobado el fenómeno -también estadísticamente pues resulta que de cada diez hombres que me dicen algo en la calle, siete corresponden a este grupo etario- me puse a elaborar las siguientes hipótesis:

a)Ante la carencia vivida en la posguerra española, les llama la atención mi abundancia (hipótesis histórica).
b)Debido a su avanzada edad, los cánones de belleza están mucho más cerca de una figura como la mía (hipótesis estética).
c)Como ya no tienen nada que perder, se lanzan a lo que sea (hipótesis generalista que ha sido desechada ante la evidencia empírica mencionada en la primera comprobación cualitativa).
d) Los niños y los ancianos siempre dicen la verdad (hipótesis egocéntrica).

Entre los hombres mayores hay de todo como en botica (¿será poco acertada en este caso la frase hecha?), así que me han invitado a comer, a tomar un café, uno me dijo frente a un aparador que él me compraba  los zapatos que yo quisiera, otros me han dicho guarradas y otros más educados me han echado piropos de esos en desuso, con su dosis de poesía popular y su ligero toque de pimienta.  Yo, fiel a mis costumbres, me  pongo como un tomate y entonces se cumple por un  instante la magia de la dama sonrojada y el caballero galante.  Y depende del humor que yo lleve puesto ese día y de lo que me diga el abuelo de turno, me enfado mucho, no le doy importancia, o me siento como una actriz del neorrealismo italiano.  Cuando sucede esto último me dan ganas de dejarme el flequillo tal y como lo tengo cuando no me empeño en alisarlo: con ese rulo que cae por la frente a lo Silvana Mangano. Entonces siento nostalgia de mí misma, de esa mujer antigua que nació tarde y por eso encontró a su público al borde de la extinción.

miércoles, mayo 05, 2010

Mensaje bajo la puerta

Todo era tan fácil como mover los dedos y sin embargo, se me había olvidado. Se me había olvidado que sacudirme el miedo de los nudillos tiene que ver con pulsar una tecla y después otra y otra y varias y entonces surge cualquier cosa. No vamos a hablar de calidades, vamos a hablar sólo de la producción de palabras. Las que sean. Incluso estas.
Podría hablar de autoboicot, podría decir algo en contra de mis inseguridades y en favor de mis circunstancias, incluso podría apelar al lugar común de "falta de inspiración"; podría hablar, sí, pero podría mejor escribir... puedo escribir. Puedo.
Puedo hacerlo incluso sin miedo, pero eso será después.
Por ahora sólo meto este papelito por debajo de la puerta. Este recado con el que me pido clemencia y me suplico seguir escribiendo como hasta ahora: con la luz apagada y con el ojo apuntando al ombligo.
Y después... después ya veremos.