viernes, septiembre 21, 2007

La decadencia de este pinche blog o "Se traspasa a buen precio"

Indicadores internos: Mi vida ya no es lo que era, mis letras ya son lo que eran. Todo tiempo pasado fue mejor. Me doy autohueva. Escribo pura mamada.

Indicadores externos:
Primer aniversario del blog: 16 comentarios.
Segundo aniversario del blog: 18 comentarios.
Tercer aniversario del blog: 19 comentarios.
Cuarto aniversario del blog: 1 comentario.

Creo que olvidé revisar la fecha de caducidad y hace tiempo que esto ya está re podrido.

Ai' los dejo con la peste.

domingo, septiembre 16, 2007

Cuatro dieciséis de septiembre y una rueda que no cuadra

Es curioso amanecer en la misma ciudad donde hace cuatro años comencé a escribir este blog. Lo curioso le viene dado por un montón de nieve, las ruedas del Volkswagen y un pasillo húmedo.
Otra vez allí, con olor a anafre y piedritas. Otra vez allí, pero con el dedo acusador mucho más tímido y educado (sobornado, incluso).
Hace cuatro años... buffff... ¿te acuerdas?
Sí (pero si no me acuerdo, me lo invento y así evitamos la parte del hematoma)
Entonces palié la necedad con otros textos porque se trataba de no decir, o decir lo menos. Se trataba, creía yo, de callar, pero fue inevitable: la herida sangró en finísimo hilo de nylon. Cuando lo recuerdo siempre me sonrío. No por el blog que emergió ese día para contener mis dedos de Capilla Sixtina, sino por haber coronado mis caprichos de deidad con un borrego elegido al azar.
Eran días de neuronas como cobayas y de dulces explosivos en el vórtice de mi conciencia.
Eran días grises que pintaba de negro.
Hoy es curioso amanecer en un día gris coloreado verdirojo. Y blanco. Al fin.
Blanco, al fin, llego con mi abuela para sentir como sus manos que estrenan noventa y cinco años se deslizan suavecitas y calientas por las mías. Y me las quiero llevar puestas porque tengo miedo de que se cumplan sus vaticinios. Tengo miedo porque suelen cumplirse.
Hoy ha sido un día muy largo:
Amanecí cuatro años después, celebré bajito con mi abuela y ahora lloro porque abrazo las curiosidades con una tristeza que quema.
Debería celebrar que puedo volver a mi epicentro sin rencores, que tengo una abuela, que el dolor dejó de ser un pretexto, que soy más fuerte que cuando jugaba a ser fuerte... y sin embargo, estoy triste: Todavía me falta aprender la perfecta simetría entre el irse y dejarse ir y el quedarse y dejarse quedar.