jueves, octubre 30, 2008

Requiem por un pañuelo

He dejado de pasar los días y ahora son los días los que me pasan por encima. Por suerte son cada vez más breves: duermo más y nos quitaron una hora.
A las cinco y media el día se asimila a mi ánimo y ya se queda así: todo oscuro, con la luz (artificial) necesaria para no irme (lanzarme) de bruces. Lo terrible es que esto no se atreve a convertirse en un agujero negro. Es sólo una bruma, un montón de moscas revoloteando sobre mi ánimo, un paseo con los zapatos llenos de caca.
Siempre he tenido unas depresiones muy mediocres, muy idiotas, muy adolescentes.
No queda bien ser un emo al borde de mi 32 cumpleaños.
No queda bien el puchero, el lamento quedito, el berrinche asomado.
Entre más me odio, menos ganas tengo de dejar de odiarme.
Y como siga así, el segundo acto no tendrá más que el mismo monólogo con distinta escenografía.
Me digo que no vale la pena... pero no me lo creo.
Hace mucho que no me creo nada.
Pero nada de nada ¿eh?

martes, octubre 21, 2008

Todo Humo

Todos los episodios que amo están impregnados de tabaco. Los mejores arrumacos de mi vida huelen a ropa ahumada. La gente que más quiero, fuma o ha fumado. El asma que me tiene jodida se alimenta sutilmente de tabaco. Todas las letras que tengo están hechas con cigarros: desde los “mi mamá me mima” (porque el mimo olía a mi mamá y porque sus dedos aromatizados me llevaban la manita); hasta las de ahora, estas mismas que escriben tabaco con tabaco.

Nunca me he enamorado de alguien que no fume; la ecuación resulta clara: entre más humo más amor (y si no, mírame ahora… si es que logras verme a través de la nube). Nunca he dicho algo realmente serio sin un cigarro en la mano. Nunca nada se ha mezclado más con las risas que una tos de fumador ni nada ha apretado tantos nudos en la garganta.

También es verdad que no recuerdo olor más triste que el del acondicionador y el tabaco al día siguiente de una historia fallida.

Fumando en serio, he pasado de los Delicados sin filtro como parte del disfraz de universitaria progre a los cómodos Camel de mi globalizada historia. Fumando en broma, empecé con Virginia Slims, cual señorita de mierda que fui.

El chirrido que asoma en mi garganta en las madrugadas frías insinúa que debo dejarlo. Jamás lo he intentado. No me da la gana despertarme un día odiando el olor de todo lo que me ha da dado vida.

domingo, octubre 19, 2008

Espejito, Espejito

Encontré La Respuesta a mis males en un espejo de Pueblo Seco. Tan obvia y tan idiota es la pobre, que bien podría servir como punto de lectura de un libro de autoayuda.
La cuestión es que ahí estaba y si no la reproduzco es por no hacerla crecer, por no hacerle pensar que sirve de algo, por no darle el estatus de remedio.
Ahí andaba nomás... en un baño con una iluminación decente y mosaicos bonitos. Todo lo que me es ajeno, me resulta mejor.
Me aferro al salvavidas de patito a mitad del Mar Muerto. Supongamos sin conceder que sí, que esa era La Respuesta.

sábado, octubre 11, 2008

Sabado, sabadete...

"Dios los hace y ellos se juntan", maldito sea el gregarismo, por eso estamos como estamos y detrás de nuestras fotos siempre sale el libro tirado, las copias subrayadas, el vaso medio vacío (medio lleno, dirás tú), la ventana empañada.
Ya sé que no crees en Dios. Yo tampoco, pero con menos afán.
Pero me gusta pensar que Dios nos va a castigar tragando papeles toda la eternidad. Usamos muchas servilletas a la hora de cenar porque compramos las vestiduras del sillón claritas, no por moda sino por economía, hay que ahorrar para las cervezas y para una buena cena. También te tragarás todas las hojas que no reciclas, todos los suplementos dominicales que apenas leemos, todas las impresiones que hacemos para tachar de nuevo.
Si quieres ser más pagano, te castigará un dios de los árboles y los bosques. Y tú dirás que más gastan las fábricas, los grandes señores, que más papel se gasta en las revistas de moda y en los libros de autoayuda. Sí, tienes razón, malditos imperialistas yankees, cenemos un hot dog.
Autoayúdate que yo me ayudaré. Quiero ser forever young, bailar a Los Pixies cada viernes, ir a un lugar aglomerado, moverme hasta la barra con soltura, volver en taxi por las noches, tener una resaca sabatina, dormir sin que tu madre me despierte para recordarme que mañana es domingo y volveremos a ser personas que se sientan a esperar otro irremisible lunes.

miércoles, octubre 08, 2008

No sé qué hacer conmigo...

Y antes hubiera ido corriendo a cortarme el pelo, a pintarlo de colores, a comprarme ropa nueva, a buscarme un cibernovio, a experimentar alguna droga inteligente o idiota, o a pelearme con el primero que pase. Sin embargo ya aprendí que las peluqueras pueden causarte mayor desasosiego, que el tinte me deja el pelo hecho una mierda, que no debo gastar en tonterías, que quiero serle fiel a mi marido, que más vale mota por conocida que mierda por conocer y que siempre acabo muy remordida cuando provoco peleas por puro placer.

Así que pensé que ya que por motivos laborales, personales, sociales, epidérmicos y depresivos estoy atada a mi lap top; sería bonito cambiarme de casa y mudarme de blog. Ya había acondicionado un nuevo espacio por el pluro placer de escribir en hojas nuevas a ver si así se me acicatea un poco la inspiración, pero como soy más ambiciosa decidí que no tengo que mudarme y puedo tener mi casa jodida de siempre y mi casita en el campo y por eso abrí un blog nuevo, porque no sé qué hacer y porque es gratis; porque quiero ver si me emociono y escribo o si me deprimo y escribo y si pienso luego escribo...

Yo qué sé. Tal vez después decida mudarme a mi nueva casita y dejar esta, con su decorado kitsch y sus toneladas de mierda... yo qué sé. Eso sí, fui muy original con el nombre:

http://flagelodidante.wordpress.com

Que viva la vida digital.

Nos vemos por aquí... o no. No sé qué hacer conmigo.

jueves, octubre 02, 2008

Nada

Tengo un vacío de letras, un pozo ciego, una bolsa de mago, nada por aquí nada por allá, nada qué escribir, menos que contar.
Ningún tema me parece importante, todos los temas me parecen importantes, me siento incapaz de escribir, capaz de no decir nada, de horadar el hueco hasta la última coma.
No es ni siquiera un silencio.
Es nomás un murmullo que está ahí, un run-run de puro no decir, de ver cómo transcurren estos días sin frío ni calor, tibios de mediocridad.
Por no escribir de nada, escribo de nada.