jueves, septiembre 16, 2010

Siete años

Es lo que tienen las tradiciones, que una vez que se instauran resulta muy difícil romperlas nomás porque sí.
Aunque uno diga "No hay nada que celebrar" la celebración late y se escurre por algún lado, está ahí.  No me refiero al bicentenario de la Independencia de México, aunque coinciden las fechas. Supongo -porque ya no sé si así fue o si sólo me acuerdo muy a mi modo-, que ese día festivo estaba aburrida en casa, con una relación recién rota y todavía doliendo, con una resaca de los mil demonios, con una necesidad de exhibir el vómito de letras, con una conexión a Internet lenta pero efectiva, con una soledad ahí medio agazapada... supongo que por eso fue.
Hoy coincide con el primer cumpleaños que mi abuela no cumplirá y coincide con un estado de ánimo tibio, anodino, fronterizo con la tristeza pero todavía sin un pie ahí.  Por eso tengo poquitas ganas de celebrar que este blog cumple siete años.  Como soy boba y animista, pensé que no podía dejar pasar este año sin mencionarlo, sin soplar al menos un cerillo a modo de velita, sin felicitar (me) nomás por existir.
Gracias a quienes todavía pasan por aquí a pesar de las irrregularidades y la poca constancia de los últimos meses.
Gracias a los que dan click y se quedan a leer.  Más gracias todavía a los que comentan o a los que callados piensan algo.  Lo que sea.
Pues sí, siete añitos ya.  Si esto fuera un hijo y no un blog, ahora ya sabría leer.  Con suerte algún día sepa escribirse bien y bonito.  Mientras tanto que se conforme con mis letras emborronadas.

sábado, septiembre 11, 2010

De Ida y Vuelta de Iván Farías (Los libros dedicados I)

Con este texto empieza una serie de comentarios sobre libros que me han dedicado.  Me refiero a libros que me han dedicado mis amigos.  Así que voy a reseñar libros de la gente que quiero y que me quiere o me quiso, o al menos eso dejó estampado en las primeras hojas de su publicación.  Los tres primeros son libros que me regalaron en este viaje a México.  Los que siguen son libros rescatados de mi ex librero. Empiezo pues, con mi amigo Iván y su libro doblemente dedicado: en los agradecimientos impresos y después con su letra de niño de secundaria.





Definir este libro en tres palabras es bien fácil: libro de entrevistas.  Pero decir eso se queda corto por todas partes.  Primero, porque son entrevistas que unidas, ofrecen un panorama de las artes plásticas en Tlaxcala y después, porque no son entrevistas al uso.  Parecieran pequeños monólogos en donde el entrevistador se hace invisible y sólo habla el entrevistado, sin embargo no es sencillo hilar tan fino y lograr una secuencia cronológica , racional y emocional entre los desvaríos de estos artistas para trascender la anécdota y encontrar el “saber hacer” de sus respectivos trabajos.
Tengo la ventaja de que conozco a casi todos los entrevistados, de ahí que pude imaginarme más o menos cómo desarrolló las cosas, cómo los orilló a las cervezas, cómo y en dónde sacó su grabadorcita y qué cosas les iba preguntando.  Me resulta increíble que al grabador Enrique Pérez, casi siempre taciturno, le haya sacado tal cantidad de información.  De otros más parlanchines como Polo Prexedis, no me sorprende, y de otros que conozco más, como al fotógrafo Gonzalo Pérez, encuentro retratos casi exactos y muy bien hechos.  Sin embargo, hay por ahí alguno que no conozco ni de vista y gracias a las descripciones y al desarrollo, logré captar el porqué de su inclusión y de su quehacer artístico.  Así que el libro vale tanto para quien los conozca como para quien no, ejercicio que yo intenté hacer pero que por razones meramente afectivas con entrevistador y entrevistados, no pude.
Lo primero que pensé cuando acabé de leer este libro, es que es un libro semilla. Un proyecto de algo mucho más grande y mucho más ambicioso aunque, quizá por eso mismo, también más impersonal y menos íntimo.  Me gustaría por ejemplo, un libro ilustrado con los grabados, las pinturas y las fotografías de quienes fueron entrevistados.  También eché de menos a otros artistas como Memo Serrano, por ejemplo.  Así que espero, como digo, que este libro sea el inicio de un trabajo más amplio, que abarque a otros creadores más allá de la afinidad electiva del autor y que sirva realmente como precedente de la historia gráfica de Tlaxcala. 
Desde hace mucho conozco las letras de Iván y lo suyo es la ficción –también fuera de las letras, por cierto-, así que gocé mucho esta faceta periodística que no se fue por el camino tradicional de la entrevista directa.  Es cierto que el libro tiene algunos, varios, gazapos.  Si bien el autor es responsable en cierta medida, también muestra la falta de un trabajo editorial que bien podría asumir el Instituto Tlaxcalteca de Cultura, en su papel de facilitadora de recursos pues finalmente el libro sale bajo su sello.  La labor de los estados de la República es fundamental en ese sentido, pues permite descentralizar las publicaciones y si se logra hacer con mayor calidad, ese trabajo que ya realizan cumpliría mejor su función divulgativa.

Farías, Iván.  De ida y vuelta.  Tlaxcala, México: ITC, 2010.

lunes, septiembre 06, 2010

Derrito derrota

Las 12:12 en Barcelona y me como un helado de limón.
No escribí antes porque no quise.  Me negaba a pensar en clave de post, en clave de tweet, en clave de letras. Sé bien por qué lo hacía. 
Hay veces que reflexionar es un deporte de alto riesgo y yo no voy a México a pensar mucho en mí.  Voy a que me mimen, a que me suban el ego con dos o tres tareas de poca monta, a que me planchen la ropa, a que me traten como a un muerto:  recordando lo bueno, olvidando lo malo y mandándome de vuelta antes deque apeste.
Entonces el proceso de pensar se posterga, se fermenta y explota cuando llego y voy guardando la ropa aún planchada junto con la que se quedó llena de arrugas.  En realidad, yo le llamo pensar a cualquier cosa y en realidad también, exploto por cualquier cosa. En cualquier lugar.
Los helados de limón ya son todos tan iguales con su verde nuclear y su jarabe de glucosa, que al final no sé si lo mío es no saber estar, estar por estar o estar nomás chingando  dando por culo sin importar el mapa que habite.
De cualquier forma, el fracaso, como el mundo, es redondo.
El fracaso, como el helado de limón, acaba pringándolo todo.
De cualquier forma, ya llegué a pringarme.
Voy por un trapito para limpiar el teclado.  Lo demás o se limpia solo o se le adhiere mugre hasta olvidar que había debajo... como siempre, como cada vuelta de lengua por mi mundo de limón.