martes, julio 31, 2007

¡Ah, qué la chi...nampa!

Diría que esta ciudad es otra de no ser porque huele, como siempre, a cilantro y a gris (no a gris oxford sino a gris chilango).
Me molesta que le cambien el sentido a las calles porque se me pierde el sentido del recuerdo. Aunque tenga acumulado un segundo piso de nostalgia no es igual que Illinois ahora vaya para el otro lado y haga correr el humo de mis primeros cigarros banqueteros hacia una calle que no figura en mi mapa mental.
Tampoco me gusta que La Condesa se haya convertido en el parque temático de los wannabes y que girar por Amsterdam ya no sea aquel enroscamiento de emociones sino el lento transitar de letreros y cafés que quieren pero no pueden albergar charlas amables.
Es horrible que a Insurgentes le hayan quitado todas las vueltas y ahora siga recto hacia no sé dónde y que acabe no sé cómo en la esquina donde se acumulan todas mis frustraciones de conductora neurótica.
Detesto toparme con un Starbucks cada tres cuadras, porque los odio con toda mi alma y no me convencerán aunque tengan un frappé de cajeta que casi me hace sacar la bandera blanca y rendirme a los encantos de la odiada trasnacional.
Y sin embargo, aunque tengo un puñado de "peros" a flor de labios me gustaría habitarla por siempre. No me importa que las rosas no duren y que nos quede el mar tan lejos. Y no sé porqué digo "nos" cuando aquí sólo es un "me" al que no te sumarás ni aunque me reste de la perfecta ecuación que pende de un balcón sin novedad. Quizá si el pavimento no murmurara tantas historias, no tendría que inventarme pretextos para justificar esta necedad que nace en mi ombligo y muere en el tuyo.






viernes, julio 27, 2007


Peregrinación al santuario de Nuestra Señora Su-frida

Como fieles devotas, Belén y yo nos formamos en la larga fila. Paso a pasito nos acercábamos al templo de las Bellas Artes. En el camino no se hicieron esperar los souvenirs típicos: fotografías y dibujos con “la verdadera historia”, chicles y golosinas para paliar la espera y la infaltable estampita de la Santa Kahlo milagrosa, cuya jaculatoria podría ser algo así como “Señora Sufrida, haznos parecer cultos”
Cuando por fin logramos atravesar el umbral, el majestuoso edificio se encontraba lleno de feligreses dispuestos a pasar bien cerquita del ayate de su preferencia. No faltaba el niño llorón que rodaba por las escaleras ante la mirada inquisidora de la fervorosa señora de Las Lomas cuyo mayor sacrificio consistía en soportar a la plebe enardecida con la certeza de que nomás ella podría desentrañar el misterio de Nuestra Señora.
Subimos las escaleras sin entonar ningún canto popular, quizá mecidas por la hueva de un día semisoleado y llegamos por fin a la capillita principal llena de gente que procuraba no hacer ruido y apenas murmullaba, semipisaba, sudaba callada.
Dice un guardia que atrás de la raya que estamos trabajando, pero es tentadora la asociación de la mano (MI mano y no otra) pasando por el lienzo, la mano posándose en el tercer ojo cubierto de pelo: la ceja fetiche.
Después pasamos a la zona del vía crucis y los misterios dolorosos: las cartas donde narra su aborto, su postración en la cama. Los gozosos: su amor por Diego. Fisgoneamos todas sus letras, sin pudor, sin respeto, hurgamos, desollamos a la santa del momento, hurgamos en sus reliquias.
Y finalmente el caos en el templo, no sé si los cura-dores esperaban este oleaje peregrino pero los atropellos, los niños perdidos, la búsqueda del ayate milagroso, los vendedores, el exceso de ex votos, de testimonio, de yo la conocí, yo tengo una foto, la tablita de madrea, la charolita que dedicó, todo, todo, es testimonio de su existencia. Frida existió, dicen. Otros juran que se les apareció y otros más hacen películas rentables cuya proyección no se limitará a la Semana Santa.
Lleve, lleve, su estampita, su figurita, su librito, su playera, su pulserita…
Nos vamos cansadas, desmilagradas, desanimadas.
Yo no le pedí nada.
Belén tampoco.
Nos veremos maldecidas con un crecimiento inusual de vello facial.
Para reconciliarnos con Fridita y pedirle perdón, siempre nos quedará la casita azul.
Frida Homenaje Nacional (1907 - 2007) Palacio de Bellas Artes del 13 de junio al 19 de agosto.
(La imagen que ilustra este texto la hice yo... ¿a que no quedó tan pinche?)

jueves, julio 26, 2007

La reina del karaoke gay

Pues sí, volví a triunfar sin grandes aspavientos.
Otra vez me coroné como la reinita del Oasis y saludé a mi querido público.
Aunque no llevaba medias de color, fui la chica Yeyé.
Y después, todo el respetable se paró a bailar cuando canté "Qué bello"
Dosifiqué mi talento que no es cuestión de andar prodigando por ahí mi presencia escénica (con guiño para mi Pe)
Besos, abrazos, felicitaciones... adoro sentirme una diva.
Me faltaron dos personas: una que andaba volando en un avión (pero que ya prontito voy a ver) y otra que se ha vuelto una persona centrada y responsable y no accedió a la peda entre semana (sólo acude a sesiones de aficionados al "bel canto").

domingo, julio 22, 2007


Boogie

De panza sobre la cama, con la misma cabecera de fondo (mimbre y madera), tal y como hago ahora, leía a Boogie el Aceitoso cuando era una niña.

Confieso que algunas veces no lo entendía y que me sobresaltaba cuando volaba los sesos blanco y negro de algún otro personaje.

Boogie, matón eficiente, alternaba mis lecturas de cuentitos aptos para mi edad con las hojeadas furtivas a la última hoja de la Proceso (revista que nació el mismo día que yo), esa que me abrió los ojos a la violencia y a la ironía.

Descanse en paz, Fontanarrosa.


lunes, julio 16, 2007

Bleeeeeeeeeeerp

¿De verdad piensa que yo voy a abrir esa caja?
¿Que no sé que su boca de cartón es una trampa para cazar osos golosos?
Y no crea usted que no me tienta darme una empachada de papeles, eructar los acentos (siempre los repito, disculpe), y limpiarme los huecos interdentales con los renglones.
Pero... ¿pa' qué?
Aunque en mi mundo rosa corren ríos rosas de Pepto Bismol, algunos recuerdos negros no se teñirán tan fácil ni se digerirán tan pronto.

miércoles, julio 11, 2007

Volando voy, volando vengooo


Debería estar haciendo mi maleta, pero no.

No, porque no sé si voy o vengo.

A veces pienso que volveré a casa y otras que saldré de casa. Entonces no sé si este equipaje puede hacerse con ánimos de reciclaje, de cinta de moebius, de loop indefinido, de círculo vicioso, de arito de ratón corriendo por su vida, corriendo, corriendo, sin ir ni venir.



Debo morderme las uñas (quise decir cortarlas)

Depilarme.

Lavar la ropa con suavizante (por si las dudas)

Buscar un libro por si no duermo.

Dormir por si no leo.



Pedí pasillo (en el viaje corto y en el largo)

Y no pude elegir compañero de asiento. De haberlo hecho hubiera elegido un mudo que no preguntara si voy o vengo, si de placer o de negocios, si estudio o trabajo. A veces la gente hace este tipo de preguntas difíciles y escogen lugares para acorralarte: filas eternas, aviones transocéanicos, trenes lentos, barras de bares (aquí es todavía más complicado saber si uno va o viene).

Debería estar haciendo mi maleta, pero siempre tengo un pretexto a mano para no hacer lo que tengo que hacer... por el camino yo me entretengo.

lunes, julio 09, 2007



Deliciosa satisfacción esa de darle "Enviar" al último trabajo del semestre de larga agonía.


Deliciosa
e indescriptible.

martes, julio 03, 2007

Ausencias cruzadas

La última vez que lo vi tenía los ojos de vidrio -yo- y la mirada de vidrio -él- y no prometimos nada porque nada había y el avión salió puntual.
Después pensé que de todas las mentiras que me habían regalado, aquellas eran las mejor arregladas, las más perfumadas, las mejor dispuestas. De tan buena calidad el plástico que juré que eran de verdad. A todos nos ha pasado sufrir la desilusión de las hojas en algún consultorio médico o en cierto hotel de media estrella.
Hoy veo que el tacto al final nunca engaña, que las medias estrellas siempre son noches completas y la ciencia ha avanzado tanto que las flores artificiales producen emociones naturales.

La última vez que la vi, sólo aprecié su barbilla que vista desde cierto ángulo podía parecer prominente. En realidad resultó que la alegría de sus ojos resultaba incompatible con mi tristeza y prefería acomodarse en la curva de la imperfección.
Después pensé que de todos los límites que me habían marcado, aquel resultó el más sutil. Aprendí que así lo hacen las mujeres interesantes frente al enemigo pequeño: ofrecen terrones de azúcar con el veneno justo para matar, delicadamente, las perversas intenciones.
Hoy veo que lo único incompatible con las alegrías y las tristezas resultó ser el fantasma que nos invocó para que jugaramos a invocarlo. Por si las dudas, y desde entonces, no endulzo mi café ni atribuyo las cojeras de la mesa a ningún tipo de ánima.

La última vez que te vi, fue de espaldas. De entre todas las espaldas del mundo la tuya era la mejor pared. Doblé en la esquina para no toparme con tu cara y debe ser por eso que ahora te recuerdo borroso, como testigo protegido de programa de televisión.
Después pensé que de todos los engaños el tuyo fue el menos dulce. Que me abalancé sobre los huesos de un pollo descartado en el festín de las mujeres interesantes .
Hoy veo que tu espalda sigue siendo una columna de 360 grados en torno a la cual giraron una mujer interesante, un hombre esperando un avión, el cadáver de un pollo y una guirnalda de plástico que alguien quitará cuando se termine la temporada de cosechar ficciones.