martes, febrero 20, 2007

Paseo ojete por la pesada línea roja

Me miro en la puerta del metro y pienso que soy muy fea, pensamiento fugaz que se agota cuando veo a otra ¿diez? ¿veinte? ¿treinta veces más fea? Esto no me hace más bella, simplemente opacada por contraste de fealdad.
Echo una ojeada al vagón. Ese parece cajero del HSBC. No lo digo por su cara sino por la manera en que le mira el culo a la fea que está detrás de mí. Ahora soy doblemente desgraciada, pues redime su jeta horrenda con buen culo. Ahora que miro bien, el cajero del HSBC es demasiado cabezón. Empiezo a sospechar que es chileno. ¿Será chileno? La duda me carcome pero jamás le preguntaría. Primero porque creo que me respondería "Sí, ¿por qué?" y entonces no podría responderle "Por tu cabeza" y segundo, porque es probable que crea que me lo quiero ligar y yo lo último que quiero en esta vida es ligar con un chileno. Ya tuve dos en mi vida y sé que lo mejor es pasar de largo, poh. Además qué me importa, poh, dejai de copuchear... weona!
¿Esa pendeja de los tennis verdes qué me mira? ¿Me mira porque estoy muy fea? Bueno, ella con ese plastorro de maquillaje tampoco es que esté muy guapita. ¿Cómo estará el chileno aquel? ¿Vivirá o morirá? No, no estoy pensando en ese chileno sino en el otro. ¡Qué cosas! de no haber estado en Korea creo que la vida me hubiera cambiado, mucho, muchísimo y quizá no estaría en esta línia vermella sino en otra... o en ninguna.
Yo no quiero tener hijos. No sé porqué me asalta este pensamiento. Si por mí, por este vagón o porque creo que los humanos, todos, somos horrendos. Qué feos somos todos. Incluso tú, la bonita de azul con tus ojos azules y esas horrendas venas azules en la frente. Somos feos y no quiero tener hijos ni ligues chilenos ni una puerta del metro frente a mi cara.

jueves, febrero 08, 2007

Claquetazo

A mí me gusta ir al cine. Podría decir que me gusta ver películas pero no es tan preciso. Me gusta desde que el cine era un castillo que olía a palomitas rancias y a niños meados. Me gusta desde que Cenicienta y sus ratones me miraban antes de que empezara la película y desde que me parecía que los niños que rodaban por los pasillos del Cine Continental eran un niños muy maleducados. Ahí vi -entre muchas otras-, "E.T.", "Los Aristogatos", "El Barón de Munchausen" e "Historia sin Fin".
Cuando pensé que ya había crecido, me hacía crepé en el fleco, tomaba helados en Helen´s y después venía el paseo por Plaza Universidad que terminaba en los Multicinemas donde exhibían los bodrios propios de la edad como "Karate Kid", "Volver al futuro" y (esto me duele confesarlo) "Devuélveme a mi chica" con los Hombres G.
No sé cómo me brotó un poco de criterio y descubrí el cine de enfrente: el Pecime. Por esa época me gustaba ir al cine sola y ahora no recuerdo si era por soledad o por inercia. En esa sala exhibieron "La mujer de Benjamín" y "Fresa y Chocolate". Sola también me aventuré unos metros más allá y llegué a la Cineteca. Ahí pensé que encontraría al amor de mi vida mientras veía los nombres de actores y directores en las baldosas. Lo pensé porque transitaba por ahí esa fauna de greñudos y barbones que desde entonces me atrae. Ahora sé que no se puede tener todo y entre las barbas y las greñas, me quedé -como desde entonces- con las barbas. En la Cineteca vi, además de muchos hombres guapos, "Blanco", "Exótica" y "Trainspotting" y un montón de películas más.
Y casi a la par o totalmente a la par de mis épocas de Cineteca(ahora tengo los recuerdos editados), no había nada como ir fumando por las Islas de C.U. y terminar en Arquitectura viendo alguna película de la muestra. Ahí vi "The Pillow´s book" y "Everyone says I love you" en la que no paré de reír. Después la miré sin el paseo previo de las islas y no me reí ni el diez por ciento.
Siguió una era Cinemex donde vi de todo un poco. Desde "Nirvana" hasta "Siete años en el Tibet" (¿o eran seis?), pasando por "La ciudad de los niños perdidos" y de buscar cines nuevos con Ximena mientras nos malviajábamos por la ciudad a bordo del vochito beige.
Después emigré y encontré un cine entre árboles. Un cine en un Jardín Botánico donde un señor muy gordo te llevaba las palomitas a tu lugar porque no se daba abasto con su microondas. Un cine que por suerte remodelaron para que sus butacas no hablen demasiado. Ante mis ojos desfilaron "Canciones desde el segundo piso", "The Wall", "Big fish" y un largo, largo, etcétera que no detallo porque me brotan fotogramas a borbotones.
En el intermedio entre esta escena y la que sigue hubo un cinito muy mono con sonido estéreo y localidades exlusivas para selectas celebridades como yo. El cinito particular de Mixcoac que además era un pequeño sanatorio de curar heridas con humito y helado del refri de la vecina. Era de los de permanencia voluntaria y transmisión continua hasta entrado el día siguiente. Por esa pared transitaron "El Santo contra los monstruos", "Kill Bill I y II", "Microcosmos", "Requiem por un sueño" y muchas más.
Y ahora me gusta ir al cine después de tomar café en el bar de los filipinos con karaoke. Me gusta sentarme en la séptima fila contigo a mi lado e intercambiarnos las fichas técnicas que recogemos en la entrada. Me gusta ir al cine de siempre, el de Versión Original Subtitulada, salir, comer dos galletas de la suerte y tomar algo en cualquier bar cutre dominguero del barrio mientras tú comentas cualquier cosa y yo vuelvo a proyectar la película en la barra cochambrosa del local.