domingo, mayo 16, 2004

I blog you!
Llegué tarde a mi taller de narrativa múltiple o literatura múltiple o arterioesclerosis múltiple o como diablos le hayan puesto. Llegué tarde porque estaba cruda y ya no leí mi cuento. 'Ora hasta junio. Por azares de mi demora tocó sentarme a un lado de la hiena sangrona con quien tengo un pacto de no agresión, mismo que firmamos imaginariamente a ritmo de Amanda Miguel (Vaaaamos, hagamos un trato, un dulce contrato que quiero cumpliiir) y que consiste en despedezar al mundo pero no dañarnos el uno al otro. Se nota que nos conocemos: yo lacra, él ladilla y/o viceversa. En secreto, la hiena me contó que ha culminado el bloggergate que distanció a las dos señoritas sentadas frente a mi. Me río bajito para que Samperio no me vea feo.
Después armamos un micro clan chelero para comentar las minucias del taller y Carver y Bukowski y Tim Burton y Greenaway y Malcovich y Johnny Rotten y cómo leer a los clásicos y el arte rupestre y "el google nos hará cultos" y el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos. Sobredosis de chelas, un frío del carajo (parece ser que no nos llegará jamás nuestra cuota de primavera)
y antes de que terminara la segunda vuelta del disco de éxitos de Barry Manilow y la sexta jarra de cerveza, nos dimos a la fuga rumbo a una carme asada que según la hiena carroñera, parecía chito mixteco de Chapultepec. Nos preguntan a los tres desconocidos que sólo buscábamos una chela bajo techo: "¿Son escritores?" y ellos dicen al mismo tiempo "sí" y entonces desentona mi "no" y Gaby me justifica ante sus amigos "sí, sí escribe" y caigo en la cuenta que de los cuatro, soy la única que no tiene libro publicado. La hiena les dice a los políticamente correctos niños de Loma Bonita: "Sí, somos escritores ¿No nos ven la cara de freaks?" y ni ellos ni nosotros supimos si reír o llorar. A huevo que de aquí sale un cuento, insiste la hiena y Alan mueve la cabeza en señal afirmativa. Yo creo que el tema de bares y discos y coches y novios que se ponen el cuerno, no va conmigo. Ya tuve mi ración con mis amiguis de la floridis. Merci.
Entonces pienso que todos mis cuentos son cursilones. Con sus dosis de mordacidad y mala leche, pero en el fondo, cursis. Me dice Gaby que retome la poesía porque ahí soy más irónica. Yo pienso en la última poesía que escribí: un bodrio bien ripiado y con destellos de calamburismo chafa. Les digo que ahora soy feliz y no puedo escribir poesía. Después de mi frase célebre Alan esboza una mueca que parece una sonrisa, La Hiena me mira con absoluta desconfianza, Gaby celebra mi felicidad con otra chela mientras indiga sobre mi estado amatorio.
Pues sigo en lo dicho. No sé si soy feliz. Por lo menos estoy contenta. Que lluevan Hello Kittys.

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