lunes, junio 14, 2004

Sobre el lenguaje políticamente correcto (Primera parte)

Por hipocresía llaman al negro moreno; trato a la usura; a la putería casa; al barbero sastre de barbas y al mozo de mulas gentilhombre del camino Quevedo

En esta época de remodelación continua y la moda como traje a la medida, el lenguaje no podía quedarse atrás. Es una tendencia mundial eso de ir cambiando el nombre de las cosas a pesar de las tropelías contra el sentido común. Todos debemos uniformarnos y llamar a las cosas por su nuevo nombre a fin de no herir susceptibilidades. El lenguaje políticamente correcto, se vuelve entonces el maquillaje para no herir con las palabras pero seguir chingando cada día con las acciones. No porque los intelectuales, las políticas públicas y los engalanados discursos, digan pueblos originarios, el coleto chiapaneco dejará de referirse a los tzotziles como pinches indios y lo peor: las mismas autoridades que han mencionado pueblos originarios los seguirán tratando como pinches indios y aplicando medidas para pinches indios. Por otra parte, si hay pueblos originarios ¿el resto somos foráneos o extraterrestres?
Como este caso hay muchísimos más que resultan horrendos en lo lingüístico y absolutamente contradictorios en la práctica opresora de las políticas públicas.
Hay varias aberraciones que me molestan si me pongo políticamente correcta, pero que francamente me divierten:
Adultos en plenitud ¿En plenitud de qué? Evidentemente física, no. Económica tampoco porque las pensiones y jubilaciones son una burla. Social tampoco porque los ancianos se han vuelto un estorbo y no lo digo en el sentido figurativo sino en el real. ¿En dónde carajos cabe la abuela si vivimos en un multifamiliar de tres por tres? Cabe mencionar que el término ?adultos en plenitud? ha sido la fórmula perfeccionada que antes transitó por senectud y tercera edad.
Gente con capacidades diferentes En una ciudad como esta, el término sí que tiene sentido. Se requiere una capacidad realmente diferente a las humanas -como volar, por ejemplo- para transitar entre baches, agujeros, rampas mal hechas (cuando las hay) y cajones de estacionamiento ocupados por prepotentes. Fuera de broma, más que capacidades diferentes, serían habilidades diferentes y esto por una cuestión de adaptación a una sociedad que no los contempla.
Otros casos tienen que ver con características físicas: gente de color (¿no que el negro no es color?), chinos (para referirnos a todos los orientales), robustos (en vez de gordos); con las profesiones: sexoservidoras (prostitutas), profesionales del hogar (sirvientas); entre varias otras.
Lo grave no es esta floricultura lingüística, resulta incluso hasta poética la idea de renombrar al mundo. El problema radica en que es una manita de gato a nuestra realidad carente de propuestas integradoras. Este asunto del lenguaje políticamente correcto, tiene anclas en la izquierda. Pero como todo, la derecha lo ha usado para seguir promocionando sus cirugías plásticas y para dotar de contenido social a sus políticas de chinguen a su madre los pobres
Pero a pesar de todo, como diría Gertrude Stein: una rosa es una rosa es un rosa

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