miércoles, octubre 15, 2003

Mis amigas las arañas

Al atardecer, el sol hizo visibles los añicos tornasoles de su antigua casa. Con las cuatro patas que le quedaban, buscó una esquina bien situada y protegida. Después de varias vueltas de dos derechos y un revés terminó la fina redecilla. Su vida parecía tener sentido y pese a sus limitaciones físicas, seguía siendo la mejor maestra de tejido del barrio. Pero aún para la más experta, no hay peor enemigo que un plumero.


(Foto tomada por Pedro Pardo)

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