miércoles, octubre 01, 2003

Breve caminata diurna
Camino y saludo a ese, que me odia pero hoy me trata bien.
Camino, mis botas pesadas marcan mis pasos pesados. Esta ciudad es un mito,no existirá cuando esta caminata sólo sea una anécdota deslizada entre la cucharita del café y la lagaña matutina.
Sigo pensando qué diablos hago yo, sin mochila, sin nada, con lo puesto y dos discos en la mano, caminando como si no fuera un miercoles plagado de párpados pesados.
Apenas dos pasos más, y ya vengo caminando en comitiva. Nos juntamos en la calle, parece que vamos al mismo sitio, pero no nos tomamos en cuenta. La evidencia aparece cuando al cruzar la calle cada quien mira por su vida o por sus extremidades, que en este lugar la vida no se pierde en un crucero pues los pocos autos pasan lento. Las precauciones son sólo un síntoma de que estamos un poco alertas, que no somos tan zoombies, que aún queda un resquicio de vida propia.
No está el destinatario de mi caminata, de mis discos. No está. Llega tarde, duerme de día y vive de noche. Lo envidio. Lo envidio porque es noche y brilla, o me parece que brilla. A veces me quedo callada y funcionan mis ojos, entonces también brillo. Pero no ocurre siempre. Es una lástima. Emprendo el camino de regreso.
Finalmente y media cuadra antes de llegar a mi criptoficina, puedo entregar los CD's. Sabía que serían bien recibidos... ¿esperabas algo más, tontita?
La media cuadra restante, se me va saludando automáticamente a la gente. Lo tengo tan ensayado que no necesito pensar más que en lo que quiero pensar. Niña caprichos, un día todo te saldrá muy mal. Mientras tanto, a cada paso, continuas saliéndote con la tuya.
Sólo quedan las escaleras, malditas serpientes eternas que se enroscan en mi rodilla aún dañada por querer montarme en el trauma de la niñez. Cada escalón me recuerda al maldito caballo, también me recuerda a mi padre gritando "Si te caes, te subes de nuevo" y yo... ¿quería aprender a montar? Cada escalón, me grita que no, mi rodilla me suplica que no más. Llego. Las otras que afuera florecen, aquí se marchitan, en cambio yo florezco aquí sotenida por alambres. No somos aves de corral, no somos aves. Ni somos flores. Ni somos noche.
Queda la esperanza dentro de la PC. Una esperanza que pega su cara al vidrio, y se deforma. Por fin me siento en mi sillón negro giratorio y ergonómico. Quiero salir de nuevo. Quiero ir por la calle con un par de discos buscando destinatario. He olvidado que ya salí. He olvidado los motivos, el aroma de mi casa, la música que oímos.
Una nueva caminata quizá reconfigure el miércoles.

No hay comentarios.: