martes, octubre 14, 2003

Karma chameleon

En noviembre se cumplen cuatro años de que me mandó a la chingada. Recuerdo que lo hizo justo después de un nefasto concierto de Paquita la del Barrio. Afortunadamente no fue a la inversa –primero el adiós y luego el concierto- porque la sobredosis de folklore hubiese convertido a esta historia en algo mucho más patético de lo que ya es.
Para él bastó decir: “Bety... pssss... ai’ muere... ¿no?� mientras yo me llevé meses de luto y llanto y tuve que irme literalmente al culo del mundo a abrazar un pingüino. (Viva Chile Mierda)
Y por más que rememoro esta historia sobre la que han crecido flores y pastos y casi hijos, no puedo evitar sentirme mal ahora que es a él a quien han mandado a la chingada. Lo veo hacer sus maletas, huir. Lo veo con sus ojitos verdes, llorosos y no tengo fuerza para decirle que vaya a abrazar a un pingüino y que se le pasará en seis meses; que ahora él y yo somos los mejores amigos y que quizá algún día esa vieja jija también será su gran amiga.
Por eso lo invité a comer un gran plato de pulpos, para ver si se le pasa la pena... pero no, no se le va a pasar pronto. Eso lo sé. Karma chameleon.


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