martes, marzo 27, 2007

Monólogo desde el bus

Pasé un dedo por el suelo y entonces se delató: ¡Vaya que es viejo este continente!
Mira si será viejo que sus estudiantes han nacido muertos y sus profesores tratan de insuflarles vida echándoles aire con un abanico de fotocopias. Lo malo es que ni los aires de la ilustración, ni los discursos existencialistas han logrado despejar sus curriculares ojeras y su abulia posmoderna.
Yo vengo, dije un día, de un país allende los mares. Casi no lo creían porque no tengo un sombrero.
Yo, dijo otro cuya piel es un grito de diferencia, pertenezco a aquella tribu. Y sí le creyeron y lo convirtieron en un totem, en su objeto de estudio portátil, en el oráculo del pasado.
El otro día pensé que las consignas de las paredes deben ser pedidas por encargo a un decorador que se esmera en dejarlas muy näive. Debe ser por eso que nadie repara en el contenido, que la cheguevarización de los símbolos nos ha dejado naúfragos de frases abrigadoras para los fríos de estos lares. Tenemos a cambio la frazadita de la politicorrectitud que no aguantará ni dos lavadas.
Somos modernos, piensan. Pensamos. Se empeñan. Me duermo.

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