martes, noviembre 16, 2004

Se avecina el nomadismo

Ahora que he de huir, vengo a poner aquí este cuento viejo y manoseado. Publicado en revistas locales, virtuales y fatales, ya es hora de ponerlo en este blog; sobre todo ahora que no tengo tiempo para mascotas. Por cierto, regalo un gato blanco y bizco y también una colección de revistas Muy Interesante de 1987.
Ahí les va el cuento, expriman lo que le queda de carne fresca.

Recuerdo de un circo
Recuerdo cuando me gané un avestruz en un concurso organizado por un circo bosquimano itinerante. Millones de seres se daban cita en ese lugar, pero el boleto ganador fue el mío. Parecía ser que todo el mundo deseaba ardientemente el avestruz, excepto yo. Era tal la ansiedad que se generaba en el lugar, que renunciar al premio se habría considerado no sólo falta de respeto sino una gran estupidez de mi parte.Entre aplausos pasé por mi ave. Avestruz y yo nos miramos con desconcierto y lo primero que cruzó por mi mente fue que seguramente despreciaría el alpiste; lo primero que cruzó por su mente fue una serie de descomposiciones gestuales que provenían de mi rostro.No supe cómo llevarla conmigo; una cadena de perro me parecía improbable y absurdo; cargarla bajo el brazo como un paraguas tampoco era posible. Me limité a caminar y el pajarote tomó el mismo camino que yo, como si fuera mi guardaespladas.Esto me dio un doble aire de ganadora, sin duda el avestruz nació para ser mío.Salí del circo bosquimano, cruce un puente de madera, llegué a un río y el avestruz tras de mi.Di vueltas en círculo, corrí a toda velocidad, me oculté tras unos fresnos y el avestruz tras de mi.Cada vez que volteaba hacia atrás estaban los grandes ojos del animal implorando descanso y comida.Por fin llegué a un hostal, pedí una habitación para mí y solicité que colocaran al avestruz junto con los otros animales. Al siguiente día pretendí huir por la puerta de atrás, dejar al ave y continuar mi camino hacia no sé dónde.La hija del dueño del hostal se dio cuenta de mi artimaña y me detuvo. Le dije la verdad: no tenía dinero y lo único que podía ofrecerle, era el avestruz en prenda y aceptó. Fui a ver al avechucho al corral que compartía con dos cerdos, una cabra y un perro sin dos patas y vi en sus ojos un dejo de angustia.Tuve que abandonarla.La última vez que volví a las antiguas instalaciones del circo bosquimano vi de nuevo a mi flamante animal cargado de cascabeles, flores y guirnaldas. Se le ofrecía como atractivo turístico del hostal donde me quedé.Avestruz y yo nos vimos a los ojos y supo enseguida que hacer. Caminó sobre mis huellas a pesar de que podría pasar días sin comer, sin beber, sin dormir. Yo lo acepté a mi lado otra vez. Caminamos y caminamos mientras se desprendía poco a poco de todos sus adornos y se adaptaba a su nueva forma de vida en la que sólo sería mi sombra.No recuerdo cuando murió, sólo recuerdo que después de unos veinte años, me volví para mirarla como cada dos días y ya no estaba. Con remordimiento volví sobre mis pasos y sólo pude ver a un grupo de niños peleando por sus ojos redondos como canicas. Lo demás era inservible, era un saco de huesos apestoso y viejo como yo. Después de todo, yo también me reconozco porque lo único que me queda de lo que fui, son mis ojos.


1 comentario:

RAS dijo...

Uno nunca sabe qué parte del libro/cuento puede llevar al lector a sumergirse en su lectura. ¿Será el diseño de tapa? ¿El título? ¿Las primeras líneas?
En mi caso, fueron varias: el comentario de "el-parricida-huerfano" en FB celebrando los diez años de amistad virtual, la frase que hace las veces de subtítulo de tu blog "para deleite de su soberbia y de algún otro voyeur" y como aditamento, la redacción del cuento. Un cuento que se las trae por el absurdo del premio en un concurso de circo y por la simbología a lo largo de todas sus líneas. Fantastique!
LOBODEBARRO (de La Página de los Cuentos)