viernes, noviembre 05, 2004

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¿Sabes? No me gusta nada ese punto. No sé si el punto eres tú o si te escondes detrás del punto. Ese no es el punto. El punto es que te encierras como cochinilla, te lames la tristeza y yo sólo encuentro un punto en donde debería estar tu nombre. El punto es que quizá estés triste. El punto es que empiezo a sospechar que también estoy triste. Tal vez no estoy poniendo un punto sino un acento en mi tristeza. Yo también soy otro punto. Un relieve en la hoja de papel, un tímido tropiezo, una pausa perfectamente prescindible cuando leemos un texto a la carrera. Por eso siempre voy poniendo los puntos sobre las íes tan latinas que no figuran en tu perfil griego.
El caso es que no me gusta ese punto, no me gusta verlo ahí como un lunar inerte en el mapa de tus miedos. Algo te pasa y ese es el punto. El otro punto, es que eso a mí, no me corresponde. Soy el punto y aparte de un párrafo que no sé si habremos de escribir. Pero ese punto lo tocaremos otro día. Por ahora, sólo me queda desearte un punto final para tu punto muerto. ¿O me dirás que sólo es un grano de mostaza?



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