martes, septiembre 07, 2004

De la causa por la que tengo mala suerte, cigarros y hoy no soporto el Rhythm & Blues

No me dirán que es pecado hacer brotar por esta garganta seca una serie de improperios a mi mala fortuna. Y lo de mala fortuna se cuela porque hablar de tristezas nos remite siempre a una mala fortuna que viaja en la noria. Por eso las historias son siempre circulares, marchemos todos al compás.
Pensándolo bien, mi fortuna no es ni buena ni mala, es quizá sólo un poco insabora, bastante miope y ligeramente imbécil. Menos mal que se va a solucionar hundiéndose para siempre. Menos mal que para mi, futuro se refiere a un día de mañana en que me pesará leer a Habermas mientras echo de menos a Salinger. Son todos mis planes. Eso y un puñito de Salvo Lavatrastes para pulir los platos rotos que siempre pago.
Y sí, me gusta quejarme para llamar mi atención. A últimas fechas esto de ver para delante, hace que olvide que los zapatitos de cemento me están sacando ampollas en los pies muertos. Ahora por ejemplo, tengo la queja en la punta de los pulmones. No hay más cigarros y tendré que desenrrollar los gusanitos que no descabecé antes. Al menos queda un gusano gordo, en realidad una oruga que me pregunta con voz desafiante: ?¿Quién eres tú?? y expele humo por todas partes. Esta oruga es un regalo envuelto en alas de mariposa. Olvidé que alguien dijo que si sólo había un paquete de cigarros lo justo era dividirlo en dos. La justicia me trae de cabeza añorando la otra mitad del naipe que me amputé, pero gracias a eso, fumando espero con un hoyo en la panza que no ha cicatrizado. Fumando a tus costillas, Adán, fumándome a mi misma gracias a lo que encontré detrás del paraíso de cartón piedra: un recuerdo bajo luz negra con Ciudad Gótica de fondo.
Escupo al cielo en reproche por mi mala fortuna y momentos más tarde, lluvia ácida resbala por las comisuras de mis miedos. Tengo frío dos veces. Una por mi presente y otra por un pretérito desarrapado que le causó hipotermia a mi sentido común... otro cigarrito para empantanar a la traquea insumisa que no cesa de morderse la lengua y canturrear los coros de la Oda a la Prudencia.


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