miércoles, septiembre 22, 2004

¿Cómo me escapo de mi?

Estoy empezando a ser la mujer que odio. Incluso me di el lujo de creer en un hombre y de pintarme los labios de rojo. Ambas cosas denotan pésimo gusto.
Me estoy transformando y llevo más de tres meses sin desayunar chilaquiles y tomando yogurt... y más me doy cuenta del cambio cuando no bajo un pinche gramo pese al esfuerzo.
Lo peor es que algunos niños (ciegos o miopes, supongo) me dicen señora. Lo más grave es que el otro día me descubrí comparando precios de chícharos en el supermercado y poniéndoles nombre a hijos imaginarios.
Mi carácter va de mal en peor. Ya no ligo ni por casualidad, ni por ebriedad, ni por conformidad. Los tennis salen de casa sólo en fines de semana y ya entendí que los granos premenstruales no se resuelven más con las cremas antiacné.
Si sigo así, tengo dos opciones:
Ser el clon de la Señorita Rottenmayer o ser Doña Pepa la del 7.
Mejor me instalo en el forever young y le doy cuerda a mi desmadre un buen rato.






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