sábado, julio 24, 2004

Viernes por la noche

En el colmo de la desesperanza, fui a recortarme el pelo.  ¿Más? me decía el buen Juanjo mientras yo le decía con los ojos cerrados, métele tijera, no tengas piedad.  Y tijereteó, tijereteó y me preguntaba que qué tal el trabajo que seguramente ahora debería estar pesadísimo y yo le decía que en efecto como si me estuviera adivinando y cortando las ideas.  Me preguntó que si estaba deprimida y le dije que pssss... más o meeenos, que me salía más barato un corte que una sesión con el psicólogo.  Sí, siempre lo hacen, y seguía empuñando la tijera.  No mucho porque luego te arrepientes.  No, no me voy a arrepentir, tú dale.
Y salí con nuevo look a cenar un fondue y una coca light.  ¿Ni un vino por ser viernes? dijo Camilo.  No Padrini, nada.  Nada, nada.  Y me chuté dos coca colas y después un café.  Y ni loca iría a ese rave, que no estamos para esos trotes así que me dejan en mi casa que yo sabré apañarmela para sobrevivir a esta noche.  Y sí, sobrevivo y estoy tranquila y a punto de estar contenta. 
Aprovechando el cambio estético de mi cabeza, la pintaré de otro color y héme aquí con una bolsa de plástico y fumando, fumando para que el tiempo se alargue y después vendrá la ducha y me daré un automasaje.  Luego a ver Sex and the city y a no añorar lo que pasa en otros lados.
En mi casa pasa todo, y le pongo play al Café del Mar 2.  Me sumerjo en una espesa oleada de sensaciones en lo que se me tiñen los pensamientos.
Qué bien estoy conmigo misma y qué odiosos son los demás, pienso al tiempo que doy otra larga bocanada que contengo unos instantes.  Exhalo y ahora sí, a sentir el agua resbalando por mi cuerpo.  Qué bonito sería el mundo sin gente que lo estropeara.  Asomo mi cabeza plastificada por la ventana y sólo veo árboles y más árboles.  Creo que allá fuera, todos emigraron de planeta.

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