domingo, abril 25, 2004

Sábado en cuatro tramos

1
Fui con Claudia a un restaurante de comida típica y no muy barata. Casi no vamos a ese lugar, porque como no figura en el mapa del centro de Tlaxcala, a menudo nos olvidamos de su existencia. Cabe aclarar que todos los destinos de Tlaxcala, confluyen en la Avenida Juárez y sus alrededores de dos cuadras al redonda. Durante la comida, en las pausas de nuestra anodina conversación, nos clavamos en la mesa de enfrente. Primero se componía de tres alegres señoritas clasemedieras, jóvenes y bonitas que posteriormente fueron alcanzadas por cuatro adolescentes del género masculino que se debatían entre el desparpajo y una incipiente necesidad de ser galantes. Ellas pideron platos sencillos, uno para cada quien, e inclusive una desdeñó los multicalóricos platillos y pidió un aburrido plato de verduras al vapor. Ellos pidieron dos tremendos churrascos que se dividieron entre los cuatro y varias cervezas. En un momento las tres nenas se disculparon para ir juntas al baño. Aprovechando la ausencia de las damas, uno se tiró un eructo, otro le robó una papa del plato a una de ellas y uno más hizo la pregunta del millón: “¿Traen dinero para pagar?” El pequeño rubio de la gorrita respondió: “Pues yo tendré que pagar con el culo”. Cuando ellas regresaron de chismorrear, pintarse la boquita y mear, todos volvieron a sus poses habituales de venimosaquíaligarnoscontodalaceremoniaposible. No nos quedamos a ver qué culo pagaría el festín, pero el resto de la historia seguramente tendrá que ver con rascarse los bolsillos, sacar la última moneda y pedirles a ellas un préstamo. A menos que uno de ellos haga uso de la tarjeta de su papi. Y yo pensaba: “Oh benditos tiempos aquellos en que uno es tan joven que piensa que su culo puede comprar algo”
II
Cuando daba vuelta frente a la Plaza de San Nicolás, me encontré a Diana. Por lo visto le gustó Tlaxcala así que repitió la experiencia de recorrer sus calles. “Qué coincidencia” me dijo. Pero no, aquí nadie coincide, simplemente se encuentra de forma inevitable (ver el principio del párrafo anterior) así que quedé en pasar a su hotel a dejarle mis datos y en llamarle a Iván (que como siempre, tenía pagado el teléfono) para encontrarnos después. Cuando llegué al famoso hotel Alfiler vi a Diana. Nos invitó una cerveza y estuvimos charlando un rato sobre revistas, música, personajes, literatura, ciudades, fronteras y libros. Me dijo que le echara un vistazo a su artículo Las trampas del sexo. Dos caras del realismo sucio Mismo que recomiendo ampliamente. En verdad me hizo reír. Es antisolemne y certero. No digo más porque espero que alguno de mis tres lectores vaya a verlo en vez de estar leyendo mis taradeces.
III
Después de esto encaminamos nuestros pasos a la Avenida Juárez. Casa de Royer. En vista de la precaria cartelera cinematográfica optamos por rentar una película. Elegimos la del 11 de septiembre porque ninguno la había visto. No haré mi anacrónico juicio sobre un filme que ya está en video y que no tardará en aparecer en el canal 7. Sólo diré que el corto de Sean Penn me pareció estupendo. El de Iñarritu no me gustó mucho pero a mis compañeros espectadores, sí. El de Ken Loach me hizo llorar por tratar un tema que me duele intensamente. Los otros me parecieron intrascendentes e incluso, moralinos. Bueno, el del héroe musulmán-gringo estaba bonito aunque algo melodramático y a Royer le gustó el de Israel pero a mi me produjo dolor de cabeza. Me pasa eso con las tomas largas. Debe ser por mi atención dispersa.
IV
Me alejé por fin del Centro y vine a mi colina querida. Abrí el refrigerador y además de dos quesos podridos, encontré un concupiscente mousse de chocolate de los que hace Rafa Cázares (a quien por cierto linkeo porque recién descubrí su página y está muy chida). Pensé que no había quedado ninguno después de nuestra noche karaoke del jueves. Y aunque la textura ya no es la misma, el sabor es el epílogo perfecto de este sábado. Después vendrá otro cigarro y ojalá me broten algunas líneas porque tengo ánimos de escribir. También apetecerá un whisky.

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