viernes, enero 16, 2004

Sucesiones...(Y de crónicas de Marco Polo, nada)
He roto mi dieta en mil pedazos. Calorías que se alojarán justo en donde más me sobra. La mala noticia lo ameritaba. Requería sanar el dolor con un pay de limón, aunque aún no sé si llamarle dolor a esa cosa que uno siente cuando se entera que la expareja, ya tiene otra víctima entre sus garras. Pienso que el cabrón tenía que guardarme luto por lo menos dos años... no lo hizo. Yo tampoco le guardé luto y sí algo de rencor. Eso sí, con todo cinismo pedí el pay de limón light. También la pena era light. De ese light in crescendo que al final del día solicitó cuatro tequilas. Qué frío hace en todas partes. Adentro y afuera de mi cuerpo, un frío de aquellos. Vuelvo a pensar en mi ex y en su nueva novia. Yo también tengo nuevo novio, bueno, no es tan nuevo, convertí el luto en fiesta zíngara. El domingo mi amorcito ganará la primitiva y me invitará a cenar a ElBulli en donde comeremos cuatro almendras de los alpes y media lechuga lacandona aliñada con aceite de arándano; pagaremos 300 euros por la cena. Después comeremos un falafel en la calle Ferrán (que lo de ir al restaurante a comer eso, sólo es porque tendremos muuucho dinero) y nos dirigiremos a nuestro piso (pisototototote) del Barrio Gótico, para sumergirnos en un jacuzzi burbujeante.
Horacio me saca del letargo feliz de mi hidromasaje imaginario para decirme que ha gastado cincuenta pesos diarios por un año para educar a su perra. Le digo que hay quien gasta durante años más de mil pesos al día para educar a sus hijos y al final resultan unos perros. Tiene suerte, su perra no sólo obedece sino que se somete a sus órdenes. Veo la carota de la Milka, Rotwailer manso, que el día menos pensado enloquecerá y morderá la mano que pagó cincuenta pesos diarios. Hago cuentas. El domingo que mi novio sea rico, me alcanzará para educar a varias jaurías de perros. Lástima que no sé qué hacer con tantos perros obedeciéndome todos al mismo tiempo con sólo un movimiento de mi dedo índice. Me dan ganas de decirle a Horacio que es un cabrón, que anuló la naturaleza del perro. Justo me corta el pensamiento cuando me muestra las fotos de los tigres, jaguares y leones del zoologico de próxima apertura. Se me ocurre que ahora que mi novio sea infinitamente millonario, le pediré que me compre un tigre. Y que me lo eduquen. Y que vaya a comerse al cabrón de mi ex en circense espectáculo con localidades limitadas. Sólo cuatro butacas: La mía, la de mi amor, la de su nueva novia y otra más que venderemos caro porque aunque sea millonaria, debemos preservar el capital. Cuando diga "Ave Cesar, los que van a morir te saludan" le perdonaré la vida. Al tigre le ofreceré una pierna de jamón de jabugo. Mi novio y yo nos besaremos mientras un círculo negro se cierra en torno a nuestros rostros fundidos en amoroso beso. THE END... después los créditos.
¿El soundtrack?
Bachelorette: Bjork
Into my arms: Nick Cave.
¡Qué grosero!: Ultrasónicas.
Juro que para mi prósima película seguré bien la dieta, no vaya a ser que una cabrona anoréxica quiera representar a mi propio personaje.

No hay comentarios.: