sábado, enero 17, 2004

Las necedades y las botas
(Crónica desde el bar de Profética)

Soy la chica de la barra
por eso puedo darme el lujo de observarte
(entiende, no lo hago por ti
lo haría por cualquier habitante de esa silla)
y después voltear a otro punto sin que ninguna expresión asome a mi rostro.
Ay,
Ella ya miró que te miraba.
Huyendo de Sara.
Mis ojos a treinta y cinco grados la intuyen de soslayo.
Se cruza la línea punteada de mi vista.
Claudia,
a noventa grados,
divisa su dolor de estómago
(digo estómago
por no decir alma,
por no decir
que toda
ella
se duele)
Vuelvo a mirarte fijo. Dos segundos antes de que gires, mi cara de piedra,
otra vez,
pide con voz de arena un carajillo (carajillo
adeudo de Vía Leyetana)
Finjo una posición perpetua con un margen de acción limitado:
taza,
mano,
taza.
Soy la chica de la barra.
La que se permite esos lujos mientras cruza las piernas enfundadas en mallas con grecas y botas de liquidicación.
Looking for Sara, la que debería odiarme si esta lejana historia
hubiese traspuesto
mis paranoias.
La busco por fijar un objetivo (como cuando
buscaba con tanto afán
este par de botas)
sólo por no encontrar
en el (des)conocido de enfrente, una mueca de incomodidad.
Every body is looking for something... y al voltear la cara de esta servilleta, escucho su voz.
Quien te busca,
Sara,
te encuentra.
Pero no seré yo quien te busque. Será él, y verás que la chica de la barra es un fantasma que muestra descaradamente las piernas
y las botas de oferta
en cuyas puntas
-lastimeramente-
reposan las comisuras de sus labios.

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