jueves, enero 22, 2004

Los pecados de la carne...
Uno, dos tacos árabes totalmente antimusulmanes y un caldo de camarón. Abajo la dieta. Mi vida es tan aburrida que mi mayor pecado es tragar porcinamente y luego lamentarme mientras contengo un eructo. Soy una mujer fina y llena de gracia. Lo peor es que ya estoy pensando en el postre. Podría ser la hija bizarra de la mujer gorda, o peor todavía, en unos años seré igual a la mujer gorda (la anchura ya la tengo).
Empiezo a sospechar que todo este aburrimiento tiene como premisa fundamental mi abstinencia sexual autoimpuesta.
No, no me estoy volviendo zen, ni budista, ni monja. Quizá sólo me estoy volviendo una anémona asexual (decir que soy fiel, no sólo suena "demodé" sino que implicaría un sinfin de explicaciones que no estoy dispuesta a dar)
Recuerdo aquellos gloriosos años universitarios en que era la más famosa never kissed del mundo. Hasta se rumoraba que era lesbiana... ¡bah!
Pedrito mon amour me contó de una chica que usaba siempre el mismo suéter -no dijo sueter, dijo jersey- porque era una especie de penitencia pues estaba enamorada de un maestro que jamás le hizo caso. Algo así me pasó en la Universidad; esperé cuatro larguiiiiiiiiiiiiiiiiísimos años (creo que fueron más, pero ya cuatro es demasiado patético) a que el cabrón de Rodrigo me hiciera caso y entre el "ya mero" "Ya casi" "dijo que le gustas..." y demás evasivas me la pasé en un letargo asexual bastante profundo. No llevaba puesto el mismo jersey, pero si llevaba a cuestas mi actitud de "no tengo ojos para nadie más". Afortunadamente los hechizos se rompen besando sapos.
Lástima que ahora mismo no sea tiempo de lluvias.
Creo que hoy también seré fiel y seguiré tragando... ¿qué tal ahora unos tacos de bistec con queso?
No, no, no... mejor una bolsa de palomitas de maíz mientras veo Storytelling. Ayer la renté y debo entregarla mañana. Seguro será lo más genial que me pueda pasar en la semana. Al fin y al cabo mi vida podría ser otra película de Tod Solondz.

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