sábado, abril 30, 2005

Trenes y andenes

Me vi pasar en un tren y quise irme conmigo. Mi lugar lo ocupaba ese pasajero que no pagó el boleto y que se sentó junto a mí. No me molestó que no haya pagado. Lo que no toleré es que también estaba de pie esperándose a sí mismo y mirándome con recelo, casi con odio. Como si deseara escapar de nosotros a bordo de nosotros mismos y como si este andén fuese una condena de perpetuidad y estancamiento.
Una estación más allá me miré de nuevo y deseaba que yo misma bajara para hacerme compañía. Pero el tren siguió de largo y me saludé desde arriba y a su vez el hombre se saludó y se deseó suerte. La repelencia no venció la tentación de mirarnos de reojo y entonces nos volvimos el espejo ineludible de los contrarios estáticos que se saludan con la misma mano aunque pretenda ser la contraria.
Nos vimos pasar en un tren y quisimos irnos conmigo. Tu lugar lo ocupaba yo y me senté junto a mí.

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