martes, abril 19, 2005

El sistemático cultivo de la hueva

Hay cosas que se me dan bien. Algunos dicen que, por ejemplo, cocinar. Otros dicen que escribir. Unos más me invitan a sus fiestas para decorarlas con las pendejadas que salen de mi boca. Sin embargo, lo que indudablemente se me da de maravilla, es echar la hueva.
La hueva, flojera o pereza; como cualquier placer, debe incubarse como es debido o se corre el gravísimo riesgo de:
a) Tener una hueva culposa.
b) Tener una hueva incómoda.
c) Tener una hueva demasiado austera.
Para combatir el primer inciso, me amparo en glorias pasadas y en la certeza de que esto será temporal. Por otra parte, he decidido que será una hueva culta así que leo bastante, escribo otro tanto y procuro ver películas y asistir a actividades varias que le revistan un barniz intelectualoide a mi improductividad.
Para el inciso b, las cosas me han salido a pedir de boca. Con eso de que he regresado al hogar primigenio no me preocupo ni de barrer, planchar, lavar o tender mi cama. Por otra parte, y yo no sé aquí que dirá Freud, me he dedicado a coleccionar cojines, así que ahora tengo la suficiente mullidez para rascarme la panza a guuuuusto.
Y para el inciso c, pues algo ahorré durante mis épocas de esclavitud de manera que si bien tengo que amarrarme las manitas para no quemar el dinero en dos días; una vez a la semana, un par de martinis, me los puedo costear.
Y quizá les parezca que mi situación es privilegiada, pero en realidad todo lo que acaban de leer es parte de mi terapia contra el desempleo. No crean que entre mis lecturas se coló una de superación personal y optimismo a toda prueba, es solo que ya puestos... no me queda otra que huevonear y he descubierto que tengo una facilidad innata.

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