martes, marzo 23, 2004

Marzo 2001 y Stravinski sonando.

A LUB en el tercer aniversario de lo que no fuimos

En marzo, las flores de papel no se fecundan y con una mueca piensas que no hay nada más grotesco que dejar ir lo que se ama. Y ahora jugamos a nuestro juego, sativa, y te dejo ir porque así decía el instructivo. En marzo, las liebres ya no corren y toman aviones. Sospecho que de tanto morirme, voy a morirme de a poco. Si no morimos en el barrio duro a ritmo de Saramago lo haremos ahora jugando a los funambulistas en esta cuerda más larga que tus dedos deslizando por mis crenchas.
Y luego iremos a hurgar entre las palabras añejadas de los otros porque nos tocó el momento en que todo estaba dicho. Dirás que antes de verme me viste, pero ¡por la puta! ni siquiera escuchaste mi nombre deslizando entre la cerveza ya tibia. Pegado a la silla de la cena, el flagelo de Dante no asomaba entre tus musas.
Ahora piensas en inseminar mis ojos de amapola y me recuerdas ese dos multiplicado. Y yo me callo. No era nuestra historia sonreír con perejiles en el diente ni sustraer en palabras el vaivén del deseo. Tarde llegaron las cartas, la noción del peligro, la santificación del recuerdo. Aquello era marzo, el Chelsea Hotel y las pistas de baile vacías. Hoy toca suturar el capítulo, ponerle un esparadrapo al tiempo, dejar que pase si acaso lo
logra.
Entonces me toca despojar a la verdad de toda cáscara, acelerando su putrefacción. Si ya te digo, la culpa la tiene marzo. De ser noviembre, no habría niña que te esperase en las escaleras de la catedral ni tampoco demonio esparciendo magnolias. En noviembre, la fugacidad toma otro ritmo y entonces sí, las alas se guardan en la mochila.
Esta historia la repito por mi, no por ti, para que cuando pase el tiempo, los inviernos no digan después “Esta historia no fue recordada”

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