viernes, julio 01, 2005

Fuerzas sobrenaturales, sáquenme de mi ignorancia

Me puse mis tennis de la suerte, esos grises que parecen ratones. Después busqué algo nuevo, algo usado y algo azul... ¿O era amarillo? ¿O eso era para las novias? Da igual. Mi mamá no me dio su escapulario verde, porque dice que soy "un poco atea" y eso no sé si signifique creer en una fracción de dios o sólo en unos diosecillos. El caso es que no me dio el escapulario y era mi única esperanza: que la virgencita me dijera las respuestas, porque sólo podía confiar en un ser supremo o en la necedad de quererme meter cuatro años de carrera en cinco horitas. Ambas cosas siempre fallan, asi que apelaría a echar rollo. Si no convencía al maestro, por lo menos me convencería a mí misma.
En el camino me encontré un pájaro muerto. En el deposité mi mala suerte. Ave de mal agüero. Por su culpa no me iría nada bien en el examen. Pero tampoco tan mal y es que su acción negativa fue neutralizada con la procesión de santos del metro. Una horda de San Juditas Tadeo salía de todos los vagones del metro rumbo a su parroquia, ubicada a pocos metros de mi escuela. Aaay San Judas, patrono de los casos difíciles y desesperados, nunca he creído en tí y me he burlado muchísimo de tu club de fans, pero ayúdame, no hay que ser. Pero poco me ayudó el santito vengativo porque preguntaron justo lo que yo pensé que no preguntarían. O lo que no me aprendí. O lo que ni siquiera venía en mis apuntes. En unas partes me fue muy bien, en otras regular y en otras mal. Pero faltaba un día más de examen.
De copiar, ni hablar, nos cuidó la maestra más odiosa de la escuela, esa que es idéntica a la Señorita Selastraga de South Park.
Al día siguiente, decidí que no llevaría esos tennis, porque ni de la suerte eran. Me empecé a acordar de un montón de miserias que me habían ocurrido cuando los traía puestos. ¡Mierda! con razón no me fue tan bien si a bordo de esos zapatos me han ocurrido desgracias memorables.
No encontré ningún pájaro muerto, ni San Judas en las escaleras eléctricas. Pero yo llevaba una frase amuleto que me regaló uno de mis hacedores de frases favoritos. Frase mitad poesía, mitad buenos deseos. Así que me la dije, me la creí, y empecé a contestar el examen como si estuviera poseída.
Nuevamente de responsable del grupo, la Señorita Selastraga. Pero a mí ya no me importaba, yo deslizaba la pluma sobre el papel con una facilidad increíble. De pronto me dieron ganas de mear y las tres respuestas que me faltaban aparecieron en el bolsillo de mi pantalón justo cuando fui al baño.
No vuelvo a creer en nada. Lo único que me sirvió fue la frase amuleto y las frases de mago que salían de mi bolsillo.
En quince días me informan si soy licenciada o si sigo siendo licenciosa. O mejor aún, licenciada licenciosa.
Y es por eso que no había venido a escribir. Porque además del examen, tuve que entregar una buena cantidad de trabajos. Y porque además me fui a la ciudad de los vientos. Y porque era necesario hacer una pausa para que se oreara el blog. Empezaba a oler a letras muertas y a letrinas desbordadas.
Pero ya vine. Gracias a los que apretaron la tecla de la pausa.
Regresé.

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