martes, mayo 31, 2005

Por si vuelves

Tu mensaje me llenó de sorpresa. De esa sorpresa que nace en la médula y se instala doliendo en la nuca. Después unas lágrimas y ahora sólo espero no cagarla más con esta respuesta no solicitada.
No sé si regreses por aquí, no sé cómo diste con este blog que comenzó como una terapia y terminó en una vitrina. Y eso fue: terapia. Hablar de todo lo bueno, me regresaba al caracol de nuestra casa y de nuestras ruinas. Quizá el error del despecho y el temor del abandono pusieron esas palabras. No diré que mentí, sólo que hice una apología del dolor para hacerle un cerco a todas las demás complicidades.
Si ahora, con la piel desmarcada y con el tiempo y las historias transcurridas, pudiera decirte en dónde está el nudo, te diría que está sobre todo en el abandono de la amistad que no pudo ser. Porque del amor, yo ya no sé si pueda hablar con tanta soltura. Las historias marcan. La nuestra me marcó profundamente.
No tengo ya cabeza ni corazón para el rencor. Muchas cosas han pasado desde entonces. Y aunque no parezca, yo reconozco la parte de la historia no expuesta: mis histerias, mis reclamos, mis exigencias, mi posesividad. A estas alturas, cada quien sabe donde le aprieta el zapato.
Yo, como villana, soy casi cómica. Creo que tengo mucho corazón y bien lo sabes. Sé que ideo planes maquiavélicos en la cabeza y al final, acabo dando y entregándome. Soy asquerosamente buenita por naturaleza.
Hace unos días encontré aquella frase de "Habías de ser muda que Dios te dio esos ojos" y necesité saber de tí. Y al parecer, te invoqué. Me da gusto saber que estás bien. Yo también lo estoy, con una vida muy cambiada y unos planes que me dan sosiego. "Madurar" es una palabra que antecede a la prodedumbre, por eso prefiero decir que en algo he cambiado.
Y también te deseo mucha suerte en tu camino y que todo fluya como deseas y como mereces.
Si te digo que yo también puedo saludarte sin dobleces, no estoy mientiendo. Sólo que no sé si ahora mi mano se quedará extendida y yo mirando al infinito. O si habrá un lector del otro lado. O si era un adiós. O no sé.
Lo que sé, es que mi correo sigue siendo el mismo, por si algo necesitas, por si crees que los lienzos se puden zurcir, por si aún entre tantas cosas, queda la amistad que nos juramos siempre un día que nos sentamos en las vías del tren, se me rompió el zapato y tú lo arreglaste con el celofán de los cigarros... y es que aunque mi voz siempre tenga tono de reproche, la verdad es que compongo muchos de mis recuerdos con esos detalles y así es como me he salvado y te he rescatado de mi propia amargura.
Un beso.

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