sábado, diciembre 20, 2003

Profundas enseñanzas enrolladas en mis spaghettis (Capítulo I)
Aproveche los recursos con los que cuenta para hacer un rico platillo comestible al borde de la caducidad.
Finalmente, como diría Bukowski, el mundo gira sobre un eje podrido. La receta iba así: dos escuchimizados y envejecidos dientes de ajo y cebolla nuevecita, se ponen a freir en aceite de oliva de la mejor calidad posible aunque también fue coincidencia que el aceite haya sido bueno. Posteriormente recurra a las especias de frasco. La helada mató mi orégano y mi albahaca. Después dirán que exagero cuando digo que hace frío. La albahaca de frasco, bien disfrazada, disimula bastante su sabor. Un día hice con ella un pesto que pasó a los anales de la historia de más de dos paladares. Una cucharadita de albahaca y a revolver un poco. No tolero a la invitada que no invité, me abstraigo y sumerjo mis pensamientos en la cebolla que se acitrona. Me viene a la cabeza esa frase que me hizo reír sólo por no llorar: "¿Quién chucha te está haciendo el amor que te ves tan bien?" Y me sonrío mientras echo un ojo a la cocción de la pasta, y pienso que faltan varios amigos y sobra la duendolina excesiva que no para de sonreí­r con sus malditos brackets y de bailar en medio de mi sala. La crema caduca mañana, así­ que es perfecto que muera hoy antes de que se suiciden los lactobacilos. El vino ese es malo por dos cosas: Es blanco y eso ya lo demerita. Es muy barato y con gusto a no sé qué. Para efectos de cocina será genial. Vierto un chorro sobre el sartén y empieza a oler de maravilla. No tolero que la gente me ayude en la cocina, me gusta hacerlo sola. En realidad, trabajo en equipo por comodidad y por necesidad. Por comodidad, porque al ser la jefa, puedo eligir mi propio nivel de participación e involucramiento. Por necesidad porque sin equipo no serí­a la jefa. Pero en mi cocina, ni se metan. Algunas cosas son inexplicables. Por ejemplo, ahora mismo la idea era poner a flotar unos pulpos sobre esta salsa, pero recordé que Horacio recién se intoxicó con mariscos, así que tuve que pensar rápido en algo. Un sabor más neutro como el de los champiñones. "Quién chucha te está haciendo el amor que te ves tan bien?" me acuerdo de nuevo. Si hoy me viera, seguro no opinaría que me veo bien. Estos pantalones me quedan cortos, tengo los labios resecos, la chamarra es vieja. La verdura fresca se echa a perder en seguida, así que champiñón de lata que no sabe a champiñón, una lata pequeña. Algo le falta y recuerdo que hace tiempo compré un jamón a la pimienta pero no lo he usado porque sólo como en mi casa cuando como con alguien. Se pica el jamón en cuadros finos de manera que puedan cocinarse. La verdad, sabe bien, ya mordí­ una orilla, peror el frío del refrigerador lo quema y entre más pequeños sean los trocitos, menos se notará ese tono bicolor. Camilo es el conejillo de indias, la salsa le ha parecido buena. Hay que bañar los spaghettis y dejarlos ahí un rato. Esta será la última cena del año con mis amigos. Después la casa de la colina se cierra con todo y gatos dentro y yo parto a Barcelona. Procedo a servir. Nadie se queja, todos halagan. He puesto pan, queso y prosciutto para complementar. Y sí­, ya lo he probado, es suficientemente bueno tomando en cuenta el nivel de improvisación. Río de nuevo. Pienso en Bukowski de nuevo; mal recuerdo esto que ahora he venido a buscar para que quede exacto:
parece que la
cosa mas
sensata
que una persona puede
hacer
es
estar sentada
con una copa en la
mano
mientras las paredes
blanden
sonrisas de
despedida.

Enredo los spaghettis en mi tenedor. Se me tuerce la risa.


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