martes, marzo 25, 2008

In Memoriam


Para mis hermanas por cuidarla tanto, para mi mamá por hacer de tripas el corazón más grande que conozco y para la Jilari por hacerlas sonreír, rabiar y demostrar tanta ternura.




Era un cuaderno peludo. El testigo ladrador de mis ires y venires, mis amores y mis desamores, y mis arraigos y desarraigos.

Fue un regalo de consolación, un trueque cariñoso, una cachorra feíta y rara, unas orejitas que se movían por el jardín mientras yo buscaba respuestas al ritmo de sus ladridos. Me fui a buscarlas demasiado lejos y la dejé ahí, donde yo quería estar y no podía. La dejé sin biberón, sin canasta y sin nota. No era un abandono en toda regla, era un buen trato en lo que transcurría cierto tiempo y yo veía si era capaz de cuidarme a mí misma. No lo logré nunca y al final pasó lo que pasa con todo lo que quiero: se alejan o me alejo.

Cierro los ojos y la pienso fingiendo embarazos, haciendo de madre de la chica Superpoderosa verde (alguna vez también "parió" un tribilín) y jugando a amamantarlos hasta que lo logró de tanto desearlo. Sinceramente prefiero imaginarla con el hocico lleno de tierra después de enterrar los chocolates que mi mamá iba a regalar en navidad, o los trozos de pollo robados de la cocina u otros manjares insospechados de los que no hablaremos (ejem, ejem) pues forman parte de un pacto fraternal que no voy a romper.

Le puse Hidra para darle seriedad a sus circunstancias bastardas. Le puse así por herencias inexplicables y cariños retorcidos, porque en ese entonces yo tenía el carácter más fuerte y la necesidad de un protector del calibre de una hidra y no de un Rintitín. El tiempo le dio elegancia y su nombre fue adaptándose a unas dueñas menos anormales: fue la Hidris, la Jili, la Hillary... entre otros rebautizos menos afortunados ymás bizarros.

Y aunque era una guerrera, tenía que irse y mejor que se fuera así: con el rabito arriba y los dientes asomando, con su cabecita buscando la mano que la acariciara y con su hocico tendido en las piernas mientras le dejabas caer un trocito de tu comida. No estuvo solita en su muerte. Estuvo con ella esa niña valiente que le planta cara a todo y que ahora sufre por no tenerla un día más sufriendo.

Yo le debo a esa perra un montón de cosas pero como soy mala pagadora, egoísta, hedonista y no sé jugar a favor de mis afectos, lo único que me queda es ofrecerle la sombra de mi ficus para que descansen sus cenizas. Le acompañan todos sus tesoros escondidos y muchísimo cariño.

Lo mejor que hice por ella fue dejarla en mi casa de verdad junto a las personas que más quiero.

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