sábado, septiembre 20, 2003

Viernes
Pareciera que si es viernes, me obligo a que suceda algo. No sé qué, pero "algo". Será porque en mi lógica de burócrata amaestrada, el fin de semana es una rutina para escapar de la rutina. Los viernes se encuentran en la misma gama de estímulos obreros que el día de quincena, los aguinaldos, los días festivos y todas aquellas pausas respiratorias.
La fiesta acabó pronto o simplemente terminó a la hora que tenía que ser. Creo que me sentía muy bien rodando cuesta abajo en San Francisco. Quizá la culpa sea del sable del poder o de mis botas con nueve centímetros de tacón o de Iván Godzilla o del Brama tratando de huir de su propio personaje o del abrigo de Gandalf o del último bostezo de Claudia o de las ocurrencias de Bernardo que me recuerda tanto a Nacho.
Raro en mi, pero me ha entrado un ataque festivo casi ligado a la compulsión. Sospecho que me estoy recuperando para perderme otra vez y entonces sí, guardarme en la eterna melancolía mucho más parecida a mi, que este extraño sentimiento gozoso que últimamente me embriaga (y esto último no es metáfora).
Después de un martes en que todo me sonaba a "Just a Perfect day" con todo y then later when it get's dark, wi'll go home. Viene este viernes, cargado de trabajo que al final me hace sacar la cabeza y gritar: exijo fiesta. Sin embargo, sé que la racha durará poco, mientras tanto You just keep me hanging on.
Y mañana sábado y domingo... y cuando vuelva el lunes, lo normal es que regrese la mirada taciturna y el encogimiento de hombros.
Pero hoy fue viernes y pasó por mi garganta suficiente cerveza. Juro que no tanta como para no seguir pensando que You just keep me hanging on. Y no sé que pase después... Todo parece indicar que ocurrirá lo de siempre: Nada.

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