jueves, septiembre 25, 2003

Hoy fuimos a Huamantla y el Brama se enojó porque su trozo de conejo estaba frío. Iván en cambio se comió con singular alegría unos huevos duros rellenos de atún. A mi me sigue dando un poco de "ñañaras" (uy, años sin usar esta pintoresca palabra) comer conejo, pero igual que Iván, con sigular alegría, me lo comí sin pensar demasiado en colitas de algodón y sombreros de mago. Yo también me hubiera enojado si mi conejo hubiese estado frío. La diferencia es que cuando estamos en público soy una berrichuda endógena. Cuando estamos en "petite comité" soy una berrinchuda exógena... y eso lo saben todos mis amigos y ya no se asombran, sin embargo yo sí me asombro de los berrinches ajenos.
Iván le ha puesto un apodo genial a Rafa: El "voilá"; esto a causa de su aparente exquisitez. Deberíamos hacer un inventario de los motes que este güey le ha colgado a medio Tlaxcala.
Esto no es mi querido diario, os lo juro, pero no hay nada que contar, ni tampoco he escrito. Ayer vi una obra de teatro tristísima llamada "Historia de la Oca" No lloré porque había mucha gente y es que mis berrinches y mis llantos en público son siempre pa dentro... luego por eso tengo tanta basura acumulada en las venas. No como el Brama, que hace berrinches pa' fuera pero pensándolo bien también debe tener la sangre llena de... por lo menos de alcohol.
Y al final, el niño mata a la oca. Me recordó mi cuento del avestruz (¡viva la autorreferencia!) mismo que puede leerse apuchurrando el link que dice "alma gemela" en la parte derecha de la pantalla ("Recuerdo de un circo", se llama) Algún día corregiré ese cuento. Tiene partes que me gustan. Como diría mi ex Lex: "Si le rascas, tiene carne fresca"
Y bueno, ayer fue miércoles de lágrima y vino. Al final, ni tanto vino, ni tanta lágrima...Claudia y Roger me salvaron la noche.




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