jueves, septiembre 18, 2003

Hormigas

Cuando la lluvia decide inmolarme
nada queda sobre mi piel desierta.
Pienso que la tristeza
es un puñado de hormigas contratadas
para caminar sobre mis piernas
y que no olvide que sigo viva.
Son ellas, patitas de aguja,
acicates definitivos
que impiden permanecer de piernas cruzadas
habitando lo inmóvil de estos días
en que perecer
se parece tanto a permanecer
y la locura es una idea fija anclada a la silla.
Son ellas, dientes de sierra,
quienes incitan a darle un vuelco al cesto de letras
aunque haya mucha basura en esta esquina,
en aquel patíbulo
y en cada cuarto de hotel.
Una vez cumplida su tarea,
regresan al hormiguero por cada arteria
hasta llegar al lado izquierdo de mi pecho.
Ahí nacen y mueren.
Después,
son azuzadas por nuevas lluvias
para emprender una vez más, la cíclica fuga.



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