jueves, junio 03, 2010

La guía Miguelina

Yo ya había escuchado hablar de este proyecto y por eso esperaba con ansias tener  la guía definitiva: la Biblia del tragón, el manual de hedonista, la Guía Roji del buen bebedor.... y llegó el día.
Por esas cosas de que escribo y a veces lo que escribo resulta; me vi envuelta en una asociación literaria llamada ACOLITE misma que rebauticé como ALCOHOLITE por razones que no vale la pena obviar, y ahí conocí a un personaje adorable y adoptable: Pedro Cano.
Él, junto con Jordi Gol -otro gran elemento- , se dieron a la tarea de recopilar una serie de bares en donde ofrecen buen comer y buen beber.  No es una de estas guías que pretenden premiar con estrellas a platos exóticos de gelificaciones, esferificaciones e insustanciaciones varias.  Es una guía genuina, de barrigas llenas y corazones contentos.  De lugares que admiten un lamparón en la camisa como quien se lleva una medalla al valor.  De sitios en donde los camareros no son sirvientes sino cómplices. De hombres y mujeres que no van contando calorías sino contando fechorías. De sonrisas que se adornan con un perejil.  Es una guía tan genuina que sus condecoraciones son morcillas.  Y si un bar ha sido calificado con tres morcillas por este par de expertos, es porque hay que ir a como dé lugar.
La cultura del bar en España -y en Barcelona en particular- da para un estudio amplio y concienzudo en el nivel gastronómico pero sobre todo en el social (yo ya todo lo veo con ojos de antropóloga).  Es una de las cosas que más me gusta de aquí.  No sólo es la comida y la bebida de las cuales soy irremediable fan, es también ese ambiente que se crea, esa escenografía que alberga una charla trivial que suele terminar arreglando este jodido mundo con la sapiencia que da el vino y la energía que aportan las croquetas bien hechas.
Siempre que tengo un invitado mexicano procuro mostrarle algún lugar en donde mi actual marido y yo hemos comido con gran emoción.  Mientras llegan los platos, les describo casi con lágrimas en los ojos los manjares que van a degustar.  De entre los invitados que tenemos apreciamos especialmente a los estómagos agradecidos con la comida y la bebida.  Nosotros también condecoramos con morcillas a nuestros huéspedes.  Recordamos con afecto la cara de Montse frente a las croquetas de setas, el gesto de Mariano cuando llegó la paella, a Berny y a Daniel entrándole gustosos a los mejillones, la manita de Claudia pescando el jamón de bellota, la risa de Omar frente a la cerveza especial... las afinidades en la mesa son importantes porque de ellas se desprende mucho más que la deglución y la nutrición.
Así que como diría Bernard Shaw, "No hay amor más sincero, que el amor a la comida"; sin embargo comer solo es casi onanismo; el amor merece ser repartido y repetido y ese es el espíritu de la Guía Miguelina: compartir y departir.
Espero seguir recorriendo bares ahora de la mano de la Miguelina.  También de la mano de Jordi y de Pedro de quienes cuesta despedirse porque siempre tienen la anécdota a punto y la copa dispuesta al brindis.
Que sigan editando y escribiendo libros, sí; pero sobre todo que sigan gozando y haciéndonos gozar.


Salut.

No hay comentarios.: