miércoles, diciembre 20, 2006

Exhibiciones e inhibiciones

Me tocó exponer en clase de historia de la antropología a un teórico cuyo nombre no mencionaré porque no quiero que cuando alguien meta al google "Fulanito" le salga este blog como testimonio de ideas erradas -o no, ya ni sé- sobre el autor en cuestión.
Por una extraña razón que nunca he podido desentrañar me cuesta menos trabajo hablar en público que entablar relaciones cara a cara. O eso pensaba, porque mi compañerito de exposición me hizo sentir una mierda durante todo el proceso de preparación de la clase lo cual hizo que llegara tambaleante e insegura a la exposición.
Al final no estuvo tan mal. Me apendejé todo el tiempo pero me redimió la oportunidad en la última recta para taparle un poco la boca a mi compañero acaparador que no escatimó ni tiempo ni esfuerzos para lucirse y dejarme en segundo plano.
Me sentiría realmente mal si esta hubiera sido mi única y fallida exposición de la semana pero la verdad es que todavía saboreo las mieles de la gloria.
El domingo me exhibí de mejor manera ante un público mucho más grande y en un escenario más bonito cuando subí a recoger mi premio.
Dos semanas atrás me había llamado la secretaria del jurado para invitarme a la entrega de premios. Después de hacerme muchas preguntas yo a rajatabla le pedí que me dijera si había ganado algo o no. No me podía decir nada, según ella, pero me pidió que p-o-r--f-a-v-o-r no faltara.
Al final mi corte de pelo si fue talismánico de donde se deduce que el fracaso capilar en el corte es inversamente proporcional a la buena suerte que provoca.
Resumen:
Primer lugar, flores, cheque, trofeo (bien feíto el pobre), ovación, entrevistas en prensa local, publicación de la plaquete y la certeza de que no es una mierda lo que escribo y que si lo es, al menos produce dinero (como el abono, mira tú)
Así que por eso no me acongoja la mediocridad de hoy. Siempre puedo dedicarme a recitar poesías en el metro (es triste pedir, pero más triste es robar) y dejar la antropología. O hacer etnografías rimadas. O diarios de campo plagados de metáforas. O yo qué sé.

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