jueves, marzo 24, 2005

Ojos bien abiertos

Había decido mantener los ojos bien abiertos para tragarme todo lo que pasará por ellos y a través de ellos. No sólo mirar, también hacer el ejercicio de observar. He comido muchísimo: jamones, chocolates, gambas, mejillones, atunes, quesos, olivas, panes; todo ha sido no sólo deglutido sino saboreado. He oído diferentes acentos, palabras en árabe, músicas nuevas, los Simpsons en doblaje español y no los he oído al paso, los he escuchado porque me interesa desentrañarlos.
Y entonces viene una mujer y me dice que no soporta más que la siga mirando así, que siento que observo todos sus movimientos y sus palabras. Y yo, doy un trago a mi cerveza y le digo que no sólo está siendo observada, sino analizada. No es la primera vez que alguien se queja de mis ojos escrutadores. Ella va enseñando media teta y dice que no paro de mirarle el escote y no sé si sepa que si la tengo de frente, la mirada suele irse al ángulo más pronunciado de un triángulo, sea hombre, mujer o pescado. Se cree muy buena y muy guapa (que tampoco lo es tanto, pero va con aires de "antes muerta que sencilla") y espera que yo la admire más que mirarla. Se equivoca.
Hablamos de varias cosas, creo que ella necesitaba cerciorarse de que yo no soy una cabrona, pero eso no lo sabrá porque le mentí varias veces. También me analizaba, pero no a lo frío y a lo bruto como yo, sino con esa sutileza femenina o mejor dicho, feminoide. A ella le gusta rodearse de mujeres, adora a las mujeres, es feliz teniendo mil amigas mujeres. Yo no. Yo prefiero a los hombres porque no tienen tetas que enseñar y no se quejan si los miro con intensidad. No tienen la paranoia de que mis ojos son los vidrios de una cámara de Gesell y detrás hay tres científicos haciendo notas. Siempre me he sentido más cómoda estando con hombres, sobre todo desde que descubrí que pasé 15 años incómoda rodeada únicamente de mujeres. Ahora elijo a las mujeres con las que quiero estar, y para eso tengo que observarlas, lo lamento mucho, pero así es.
Lo importante de mi conversación con ella, no fueron las palabras sino los ojos. Y por suerte, justo cuando el alcohol empezaba a ablandarme y a exhibir mis vulnerabilidades, cerraron el local y en la calle, más oscura y sin esa luz naranja, me concentré en mirar las baldosas del suelo.
Ayer fui al MACBA y había una exposición que me encantó. Más política que arte y lo suficientemente panfletaria para saber que convenía más ir embarrando las piezas de corazón y de seso que de globos oculares y es que mis ojos están muy confundidos después de que los censuraron. Tuve miedo de ir a otra exposición que sólo consistía en mirar, temí hacerle agujeritos a las fotos con sólo verlas. A mí no me educaron para mirar con recato, sin embargo me he autoeducado para observar. Dos días seguidos he pensado en que "está-muy-mal-ir-mirando-así-a-la gente" pero la gente no entiende que todo lo miro así, todo lo huelo así, todo lo siento así. Soy una intensa muy rústica, una rústica mal amaestrada, una burda borde, una voyeur exhibida, un globo ocular sin pudor de reventar por el puro gusto de seguir siendo así: Intenso y bruto.

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