martes, diciembre 07, 2004

Lamentos del desamparo autónomo

Gritas que todos se vayan, que no los necesitas. Y a él le pides que se largue y le aplicas dos golpes en las espinillas y un puñado de espaldas regadas en su diario camino rumbo al kiosco. Te aferras a un holograma que dice lavar sus calzones. Que no te dejen, que te abandonen, que te quieran, que te odien, que te aprecien, que te desprecien. Que tú no sabes si quieres partirte en vertical o en horizontal. Que no sabes si multiplicarte implica estallar y morir en el intento.
Les suplicas que te dejen sola con tus heterónimos y mientras uno bebé té con leche, el otro se inyecta heroína. Apenas se conocen porque temes que tú misma puedas hacerte compañía. Tus desamparos se muerden un labio con total de no llorar. Adoras tus rictus marchitos de risas vacías y prefieres el loop infinito del Chelsea Hotel en donde juegas a amanecer con el esqueleto de Leonard Cohen.
I need you
I don?t need you
Ineed you
Idon´t need you
And all of that jiving around
Y te vas quedando sola como querías, porque aquel que ose robarle las viandas a tu egoísmo será lapidado con las piedras de tus riñones. Tironeas con tus propios fantasmas el último pedazo de frase: ese medio decir de los hasta luegos que se convierten en hasta nuncas. Eternos Bona nits de una noche que no produce estrellas, ni sirenas, ni avestruces, ni detectives piadosos. No quieres que se acabe el cuento, pero te arrancaron la hoja del final y te quedaste para siempre atrapada en el vientre de la ballena... Como de costumbre, olvidaste los fósforos.

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