domingo, diciembre 23, 2007

Estando aquí no estoy...

Será que por venir hablando en chilango de pronto tuve la certeza de que me disponía a cruzar Insurgentes. Ahora que lo pienso, la sensación exacta fue la de sentir que iba a cruzar Insurgentes en la esquina de Aguascalientes. No sé qué fue más grande, si la decepción de no ver el Sanborns en la contraesquina o la tristeza de quedarme sin tomar el metrobus.

Chale.

Mis neuronas se disuelven en el frío. Doy dos pasos con los ojos cerrados para estar ahí de nuevo, pero es inútil. Ahora ya mis pies saben en dónde están y van sin mí.

Les comento a mis acompañantes lo que me ocurrió.

"Padrina, ya no fumes" dice C.
"¿Como un deja vú?" Pregunta P.

Y para qué neceo diciendo que no, que estaba de verdad en Insurgentes, que detrás de mí estaba la tienda de novias y el balcón de la casa de N. Que si hubiera aspirado me habría llegado el olor mantecoso de los bisquets y la grisura seca de la Roma.

Para qué, si entonces no adivinaba que terminaría cantando a los Fabulosos Cadillacs y al TRI y que volvería a preguntarme "Where is my mind" como parte de la coherencia de la banda sonora de mi existencia. Tampoco sabía que sumaría a mi colección de desastres en casas ajenas(creo que empezó con el estallamiento vidrioso del cenicero de la abuela de X y R) el estado de impotencia en que sumí al indio pícaro. Dejé la media cagá en casa de los chilenos.

Al final acabé comiendo papas a las seis de la mañana en una banca y por más que cerré los ojos no era una banca de Tlaxcala (no se me quedó marcada el águila en la espalda) y las papas eran irremediablemente patatas.

Y hoy, con mi tradicional resaca de domingo, no tengo mayor deseo que construirme un mundo de retazos y avenidas antípodas que me ofrezcan sus cruces. Consell de Cent y Medellín: la esquina imposible en la que edificaré algún día mi casa.

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