miércoles, diciembre 28, 2005

Frío

Hace frío. Miro por la ventana y no hay nieve. Aquí nunca nieva, me dijiste, o rara vez e hiciste mención de una vez cuando niño y los copos y esas historias añejas escritas en blanco de postal. Y yo no suelo estar en las raras veces sino en la medianía de los días en que siento un frío polar y eso que todavía no llegamos a los cero grados. ¿Llegaremos? No sé, me respondes. Pero yo no pensaba ya en los cero grados sino en el próximo diciembre. ¿Llegaremos al próximo diciembre? pero no lo dije porque hago de cuenta que esto durará más de lo que marca mi innato pesimismo y porque tú siempre dices que este es el principio y yo realmente lo siento como el principio pero mi comportamiento es errático y perverso. No impredicible porque siempre me adivino el próximo paso o al menos me lo encamino.
Hace frío y sigo pensando en nieve mientras tiro del hilito de mi suerte para ver si se descose antes que mi suéter de lana que a duras penas llegará a cubrirme hasta marzo. Por marzo no pregunto, eso está a la vuelta de la esquina, cuando se funda toda esta nieve imaginaria.
No me lo creo, no creo que concentrándome se me quite el frío, aunque tú lo digas. Aunque me pidas que piense en otra cosa. Porque cuando pienso en otra cosa empiezo a buscar respuestas a futuro. Como cuando me leo el final del libro y apenas voy a la mitad. Como cuando pregunto qué hay de postre y no he empezado con la sopa.
Y sí, tengo frío, pero estoy aprendiendo a disfrutarlo porque a pesar de todo, mira tú ¿hace cuánto que no escribo de cosas jodidas y mortecinas y siento un sol enorme de crayones pintado en la pared?

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