lunes, febrero 04, 2008


Felipiando nomá...

Yo no debería estar escribiendo esto pero resulta que no sé empezar por los principios y no encuentro cómo atacar en las costillas. Y no debería estar aquí moviendo los dedos dejando las huellas de la abulia en el teclado.
Debería pensar que la vida es cosa seria. Que si fui sobrina del tío Gamboín, quisiera ser alguien, quisiera triunfar... pero creo que más bien soy hija de la desidia y ahijada de la vagancia.
El otro día un señor en el metro buscaba un cable y medicina para la garganta. El cable se le quemó a su guitarra y la garganta se la dejó en el último concierto. Eso lo dijo con la cara repleta de tics y una voz con sequía de whisky DYC. Yo hace años que no me dejo la piel en algo, ni la garganta, ni siquiera un cable. Eso sí: lo mismo le meto a whisky que a las chelas y luego estoy llorando por los rincones. Lo único que dejo son uñas mordidas cuando el agua me empieza a llegar al cuello. Zup-zup: escupo las uñas.
Yo no debería estar aquí sino intentando cuadrar un proyecto que me garantice la vida un rato más. Lo que más odio de mí, es que mi mediocridad siempre se diluye en mi genialidad y entonces siempre salgo a flote aunque con el interior corroído por la culpa. Suspongo que si de verdad algún día me esforzara hasta sacarle chispas a un cable, dejarme media tráquea o quemarme las pestañas con algo más que con el bóiler; haría alguna cosa grande, grande de verdad... Cambiar al mundo, sí, ¡aaaaah!

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