jueves, junio 21, 2007

Soy feliz cuando como bocadillos (aunque no lleven aguacate)



Cuando como bocadillos soy feliz, feliz, feliz, porque eso significa que le estoy restando tiempo al noble arte de comer en aras de cosas más o menos productivas.

Ya casi me acostumbro a estos bocadillos sosos que vendrían a ser tortas en baguette pero sin jitomate (o sí pero embarrado sobre el pan), sin cebolla, sin aguacate, sin mostaza, sin chipotles, sin su quesito de oaxaca despeinado por los bordes, sin su papel de estrasa... Parecería que todo son pérdidas pero la cosa más o menos se balancea ofreciendo un jamón decente al interior.

Extraño las tortas de Don Chema que siempre acababan desparramando su grasa sobre mi escritorio. Las tortas del último recurso, del "no-tengo-tiempo-de-nada". Del como mientras reviso el documento. Porque eso sí, cuando dejo de comer es porque paso del estar ocupada al estar agobiada y eso es un suplicio para el que mis tripas elaboran rugientes consignas.

Soy feliz cuando como bocadillos y me lleno la boca de excusas para seguir corriendo. Soy feliz cuando llevo la torta en una mano y en la otra la vida. Antes era feliz buscando tiempos para no hacer nada. En ese entonces me sentía existir. No como ahora en que sólo existo sin sentirlo, o sintiéndolo mucho, siento que no existo.

Por eso, para seguir existiendo, hay que comer y mejor todavía, comer lo que sea para no quedarme ahí sentada frente a un menú de tres tiempos que ve pasar mi vida con la existencia aletargada por la hipersomnia postpandrial.

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