Esta carta es la respuesta a esta otra: Ridículo
Mi querida Posmonauta A:
Pues fíjate que por mi escuela de
monjas sí rondaba el típico exhibicionista de gabardina. Al principio pensé que era una leyenda urbana
pero creo que incluso se habló de él en una reunión de padres de familia. Siempre deseé encontrármelo por el morbo,
claro, y porque tenía lista la respuesta
para la ridiculización. Por supuesto, nunca me lo encontré. Años después, volviendo de la Facultad me
topé con otro exhibicionista que desde su coche preguntaba una dirección y
cuando me acerco, zaz... Como no lo
esperaba, porque ni él llevaba gabardina ni yo andaba ya a la caza de
exhibicionistas, no tenía la respuesta ridiculizadora a punto. Ni siquiera me acuerdo de cómo reaccioné pero
seguro no fue de una manera creativa o decidida. Siempre me lamento cuando no
tengo la respuesta. Ya sabes l'esprit de l'escalier. Y es
que tener una respuesta a tiempo y bien encajada, es una pequeña victoria. A lo
mejor es por eso que me tardé un poco en responderte: no sabía por dónde
acometer tu carta sin seguir dándole vueltas ridículamente al tema del ridículo
y en cambio, sí, para ir tocando otros temas más interesantes que planteas.
Yo no estoy tan segura de que nos haga falta
un abandono a lo J.K. Rowling, una necesidad material para escribir. Trabajamos
todo el día, todos los días, con palabras. Más que con palabras (también lo
haría un pintor de rótulos), con ideas que tenemos que transformar en palabras.
En mi caso, decidí que las ciencias sociales era un terreno cómodo, un medio
camino. Hace poco escribí en un correo que si había tomado la vía de la antropología
para explicarme el mundo, era simplemente por cobarde. No dije más y tampoco me
pidieron más explicaciones. Cuando lo
decidí no lo hice pensando en que las ciencias sociales me permitirían agarrarme
a la escritura sin dejarme llevar por el valiente impulso de la escritura
creativa, sin embargo, es así.
Te transcribo unas líneas de G.
Josipovici en Moo Pak, un libro que acabo de leer y que me pareció genial:
A veces pienso, dijo, que mi
papel consiste en mostrar qué pasa cuando se tiene la necesidad de escribir
pero no el talento ni la formación ni la experiencia, cuando falta la habilidad
pero la necesidad no se apacigua. Porque al fin y al cabo eso es interesante
por sí mismo y no hay duda de que es una situación que, si bien no es general y
universal, al menos no es una característica únicamente mía. Si no, no habría
tanta manía por las clases de escritura creativa, los certámenes poéticos, las
cursos veraniegos de escritura y todo lo demás. Pero nadie ha abordado esta
situación, dijo, todo el que participa en este tipo de actividades se imagina
que hará la transición de no-escritor a escritor de una manera fluida y
natural. Ninguno se ha parado a pensar qué significa en el mundo de hoy en día
no tener talento y en cambio sentir la punzada de la necesidad. Al fin y al
cabo, el criterio para evaluar una obra de arte es que ha de ser bien hecha y
bien acabada y del todo separada de sus orígenes confusos y demasiado
humanos.
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El libro en cuestión. Lo leí en catalán pero también está en español |
Cuando leí ese párrafo lo
suscribí porque ese limbo de no-escritor en vías de..., contiene una dosis de angustia
pero también otra mayor de comodidad y porque yo sí he pasado por talleres con
mayor o menor fortuna. Sobre todo lo suscribo porque al final, si la obra de
arte ha de estar bien hecha, ya no cabe duda de que se está escribiendo en
serio. La cosa es que en la dispersión y
tal, no soy capaz de concretar demasiadas cosas que tengan que ver con lo
estrictamente literario. En cambio
siempre acabo resolviendo, acuciada por el deber, los ensayos, artículos o avances
que se me van poniendo en el camino académico. Es como si el "deber
ser" se manifestara ahí y yo misma no tomara en serio mis propias
letras. Un día mi mamá me dijo: "Ya
deja de estudiar tanta cosa y ponte a escribir, que eso es lo tuyo". Pero
lo "mío" me da mucho miedo. Por el ridículo, sí, pero también por
descubrir de manera definitiva que es una necedad, que acabaré escribiendo para
que mis amistades digan "ay qué bonito" de la misma forma en que se
lo dicen a las viejas que tejen compulsivamente carpetitas de crochet, que
mostraré las miserias que esconde la gabardina y no lograré sorprender a nadie
porque solo hay un cuerpo, como el de tantos otros, o incluso peor.
Y bueno, sí, sí tengo gabardina,de hecho tengo dos porque me encantan. Una negra y una beige. Me
gustan porque ocultan pero sugieren. Así que ya con gabardinas, armémonos de
valor y salgamos a pasear. Si nos
llueve, al menos podremos sentir que vamos protegidas. Si no nos llueve, no importa, forma parte del uniforme posmonauta, las razones ya han quedado claras en tu carta y en esta.
Te mando muchos besos,
Posmonauta B.