Parece que este verano hay demasiados niños floreciendo y otros tanto germinando. Desde antes de que sus ojitos puedan vernos, ya los estamos viendo nosotros a través del Facebook, del correo electrónico y de cuanto medio sea posible.
Los niños de ahora serán mucho más fotografiados que nosotros. Yo recuerdo muchas fotos de mí misma porque era una niña mimada y la primera hija de un hogar clasemediero que quizá en algún momento pensó que conmigo se fundaba la saga de una felicidad que caducó bastante pronto. Aún así recuerdo que las fotos eran pocas y elegidas -en comparación con lo que vemos hoy en día- y que cientos de carretes se quedaron guardando días felices que ya nadie sabe si existieron o no.
No venía a hablar de fotos y menos de fotos mías. Venía a hablar de niños que asoman sus caritas en mi computadora o que claman atención mediática desde su burbuja. Niños bonitos y niños feos. Madres buena onda y mujeres que no sé por qué diablos se reproducen con tanta alegría.
La cuestión es que no sé si estoy siendo víctima de la mercadotecnia y quiero uno de esos. Lo malo es que no vienen con ticket y si me sale feo o llorón, no habrá cambio posible. Pero eso es lo de menos. ¿Qué tal que luego me resulta tunneador de coches o fanático de las corridas de toros o fan del América y del Real Madrid o votante del PP? o peor aún, que por las leyes de Mendel nos salga escritor y que jamás nos saque de pobres. Ay no sé, no sé...
Igual y sale un escuincle molt maco y en lugar de exhibir mis bacanales, desvaríos y viajes me dedico a poner fotos de su primer pasito, dientito, gritito, y todo lo "ito ito".
Le preguntaré a una galleta china electrónica.
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