lunes, marzo 30, 2009

¿Primavera?

Amenazaba la primavera con venir pero no llega. Mientras se decide, giro acunada por una cuchara que me va diluyendo en este fluido de días, de fríos, de olvidos.
Y si miro hacia arriba, ahí están, meneando la cucharilla de forma compulsiva, leyendo el periódico y dándole vuelta a la hoja. Cualquier noticia, por lejana o estéril, acalla mi clamor.
Campanario sin campana... también aplica pero es más rimbombante y no hay disolución.
Me quedo con cuchara. Más doméstica e informal. Más acorde con los días ciénaga.

viernes, marzo 20, 2009

Ahora sí...

Lo que pasa es que tenía miedo de olvidarlo. Últimamente tengo miedo de olvidar cosas que siempre he olvidado. Por ejemplo, las llaves de la casa, el monedero y las fechas de cumpleaños. Sobre todo las fechas de cumpleaños (donde dice fechas, debería más sinceramente decir fiestas) que son un pretexto de carácter subnormal para decir que ahí está la intención de ser velita de pastel o vasito desechable o risas cómplices de paranoias colectivas. Todo el tiempo estoy revisando que no se desaten los hilos como si bastara con mirarlos para que permanecieran, como si entrar a destiempo fuera más afortunado que olvidar los pasos, como si la cortesía ya no fuera sólo el aceite sino la carrocería completa.
Lo que pasa es que de todas las cosas que olvido, la que más me gusta olvidar, es que estoy tan lejos.

miércoles, marzo 18, 2009


Sandeces preprimaverales


Esperaba algún suceso digno de comentar. No pasa nunca nada. Hablaría entonces de que hace buen tiempo y yo hago buena cara. Miento. El tiempo es mejorable y mi cara sigue con esta boca que parece un remiendo en hilo de otro color. Y después no sé, hablaría de flores. Flores hubo y muchas de todos colores en el poste de la esquina en donde se estrelló un motorista. A pesar de todo, también hay flores en mi balcón. Flores silvestres porque los tulipanes rojos se despetalaron al son de mi impaciencia. Mucha muerte, mucha flor, mucha flor muerta, mucho muerto en la flor de la edad.

sábado, marzo 07, 2009

Entre el “pulp” y la reina Highsmith

Con un lapso enorme de tiempo entre el primero y los otros dos libros, por fin terminé la trilogía de John Franklin Bardin. Aunque los libros datan de finales de los cuarenta, la traducción al español es de 2004. Incluso en Estados Unidos comenzó a brillar hasta los setenta. Según Cabrera Infante, que fue quien lo introdujo en el mundo hispanohablante, es uno de los grandes de la novela policial junto con Dashiell Hammett y Edgar Alan Poe. A mí, la verdad, me recuerda más al estilo de la Highsmith con esos thrillers psicológicos tan bien armados pero sin la maestría de los finales y la precisión literaria de la susodicha (aclaro que soy fan de Patricia Highsmith).

Aunque tiene algunos más, los tres libros que se consideran como los más importantes, son El percherón mortal, El final de Philip Banter y Al salir del infierno (este último traducido peor que película comercial pues el título original es: Devil Take the Blue-Tail Fly). El del percherón es el más popular y el primero que leí. La historia transcurre entre leprechauns (esos duendes de sombrero verde propios del folclor irlandés), percherones y las visitas al Dr. Matthews. Este libro es el más ágil de los tres aunque para mi gusto, no es el mejor armado, sin embargo los elementos que introduce y los juegos psicológicos te hacen perdonar la parte final del libro en donde todas las locuras estallan. El final de Philip Banter retoma como personaje al Dr. Matthews. Me parece que en esta obra retrata mucho mejor la caída en picada hacia la locura pues la aparente normalidad de los sucesos vistos desde fuera del publicista Philip Banter, hace que el contraste entre el mundo interno del personaje y la realidad sean mucho mayores. En esta novela, de nuevo el final queda un poco flojo y predecible. El tercer libro me parece el mejor. La historia parece más simple pero el desarrollo psicológico del personaje es muy bueno y las vivencias de angustia y desesperación de la pianista esquizofrénica se reflejan a la perfección gracias a un hábil manejo del tiempo.

Los que crean que la novela policiaca es un género menor, deberían leer estos tres libros (o uno o dos). No sé si Cabrera Infante tenga razón pero la comparación con Poe no es gratuita. La que yo hago con Hisghmith, creo que tampoco, pues no se trata sólo de una narración de sucesos que desembocan forzadamente en el suspenso sino de verdaderas construcciones psicológicas en donde la interacción entre la enfermedad y el entorno es una lucha constante con escalofriantes salidas.

miércoles, marzo 04, 2009

¡Me cago en Poncio Pilates!

Sí, me cago en ese señor que inventó esos ejercicios extraños y contorsionistas, después se lavó las manos y dejó como legado inmensas pelotas para, nunca mejor dicho, hacer el oso.
Al final caí en la dinámica del gimnasio y la vida sana (aunque junto a mí humeé mi tradicional Camel de acompañar letras) y aquí me tienen tragando lechugas, pesando los magros bisteces y soñando con pasteles de chocolate. Para completar el pack de "de-este-año-no-pasa" me inscribí a los pilates hace más de un mes. Aunque algo he progresado, creo que debería cobrarle al gym una comisión por montarles cada clase el show de medio tiempo. Hoy por ejemplo, me dio un calambre que me dejó sin aire y tuvo que acudir la maistra a hacerme masajito recuperador. Pero días antes me caí porque me mareé por "no saber respirar" (ni idea de cómo he sobrevivido hasta ahora),la clase anterior me quedé sin pareja y me tocó con la maistra que no se apiadó de mí, y así, varios ridículos de distinto calibre que sólo hago para romper el hielo y la rutina y que no se aburran mis compañeritas (sobre todo esa rubia flaca que siempre tiene cara de asco).
Así que hoy me sentí la neta del planeta y me dije: "Antes de la clase haces media horita de caminadora" Y claro, no contaba con que las caminadoras estaban ocupadas y me subí a un aparato cuyo nombre descubrí cuando la chica amablemente me dijo "anda, usa la elíptica" y sentí un pavor peor que si lo hubiera dicho la maestra de matemáticas de la prepa. Elíptica no es una palabra que vaya asociada a recuerdos agradables.
Ya nomás alcancé a decirle que suavecito, suavecito y ahí voy yo, piernas y brazos, escale que te escale el monte imaginario que lleva a ningún lado y venga, no mires la pantalla, no te presiones, ufff... aaah... ufff... resoplido, uuuy voy re bien... uuuhhh... pmfffmff....................
Y cuando según yo ya llevaba como 15 minutos, se me ocurre mirar la pantallita y sólo llevaba cuatro. ¡Cuatro minutos! y ya que estábamos eché un ojo a las calorías y cuando vi que ni siquiera había quemado el Vitalínea que se hace pasar por postre no lo podía creer. Pero no lloré. Seguí ahí dale que dale, xino xano, me lleva la chingada, pian pianito, cómo se me ocurrió meterme a esto, venga vamos, tú puedes, no sé pa' qué, ay esa vieja me mira feo, ay pa' la próxima me traigo el Ipod, uno dos y tres y cuatro, no mires, no mires, no mireeeees otra vez que te me agüitas. Con esos ánimos que me doy, de pronto me dedicaré a escribir libritos de autoayuda, aunque mi rubro siempre ha sido más bien la antiayuda.
Y bueno, prueba superada, piernas como flan y a la clase de Pilates de los Palotes en donde nuevas aventuras le esperaban a mi anquilosado y rotundo cuerpo. Lo que más risa me da es cuando la maistra dice: "Vamos, chicas, a recuperar la figuraaa" y es que yo voy a la inversa, yo no quiero recuperar nada, quiero perder la figura, por lo menos convertirla en un óvalo.
Si mañana me puedo levantar y no necesito una silla de ruedas, iré por más y luego al sauna y si no vuelvo a postear es porque, como no sé respirar, me ahogué en la cabina.