viernes, febrero 01, 2008

Los hoyos de la memoria

Cuando tenía seis años me llevaron de vacaciones a un pueblo de Durango a casa de unos tíos. No recuerdo si fueron muchos días o pocos, pero sí recuerdo con claridad que tenían una tienda de abarrotes, una mueblería y una tienda de ropa. A mí lo que más me gustaba era la tienda de abarrotes con un enorme mostrador de madera al que llegaba subida en un banquito. La tienda tenía un olor muy especial que sólo encontré años después en una tienda de un pueblito de Tlaxcala. Debe ser la mezcla de madera, velas, aguardiente y granos.
La casa de mis tíos tenía un patio grande al centro y las habitaciones lo rodeaban. Yo dormía con mi prima Teresa que me decía muchas mentiras y que tenía toda la colección de revistas de Parchís bajo la cama. También tenía dos fotonovelas pero esas no las podía sacar del cuarto so pena de algo... no sé ahora de qué.
De la mueblería recuerdo los cuadros que eran como reproducciones de niños tipo Oliver Twist al óleo. Ahora pienso que los muebles eran horrendos, pero a los seis años no hay mejor regalo que jugar a la casita en una tienda de verdad y con muebles de verdad y que nadie te diga nada porque eres la más bonita. La más consentida. La favorita del mundo.
Mi maleta volvió surtida de ropa nueva. Tampoco sé ahora cuánto, cómo y cuáles pero había un vestido con algo lila.
Pero lo mejor, lo mejor, era la tienda con el mostrador de madera y un costal enorme de galletas de animalitos. También había un contenedor de vidrio con caramelos rojos y unos dulces de tamarindo. Cada día pasaba un señor vendiendo membrillos con chile. Yo nunca había comido membrillo y me gustó.
En la habitación de mi prima Tere había unas regaderas sin cortina y a mí me daba pena bañarme. El suelo era rojo y estaba cubierto de talco y Teresa dibujaba caras de mujeres con el dedo.
Viajé en avión hasta la capital y después alguien pasó por nosotros. Recuerdo que fue en avión porque mi primo Manolo tiró el desayuno en el pasillo y la azafata lo regañó. No sé cómo volví.
Ayer que no podía dormir, me vino este recuerdo y traté de recordar la mayor cantidad de cosas posibles sin inventarme nada. Creo que después de 25 años es bastante lo que vino a mi mente (me dejé algunas cosas en el tintero, pero las dejé a propósito). El problema es que no podía dormir intentando recordar neciamente una contraseña que puse hace relativamente poco y que me impide el acceso a unos documentos.
Creo que me voy haciendo mayor... Dentro de poco escribiré en este blog y si cae algún comentario, será del tipo: "abuelaaaaa, eso ya me lo contasteeeee"

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